Pues aquí está su encuentro, gracias a un reportaje realizado por el periodista Fernando R. Ojea a partir de una investigación histórica realizada con mi colaboración. Esta vez, espero vuestros comentarios...El día que vino el hombre más rico del mundo En 1929 Rockefeller visitó al jefe del Gobierno español, general Primo de Rivera, en el Gran Hotel de Mondariz. Poco más se sabía de aquel encuentro. Ahora se puede afirmar que el visitante era el joven John Rockefeller III, que con sólo 23 años iniciaba una vuelta al mundo tras graduarse en la Universidad de Princeton y que dejó sus impresiones en un diario que ha permanecido guardado en los archivos de la Fundación Rockefeller y cuyo contenido Atlántico desvela hoy por primera vez.El 10 y 11 de agosto de 1929 el Gran Hotel de Mondariz alcanzó posiblemente el momento cumbre de su historia, cuando en él pernoctaron el jefe del Gobierno español, general Miguel Primo de Rivera; el primer ministro de Portugal, general Artur Ivens Ferraz, y de forma mucho más discreta el joven John Rockefeller III, heredero de la mayor fortuna jamás alcanzada en Estados Unidos. Mientras de la estancia de los dos primeros existe amplia información escrita y gráfica, del financiero norteamericano ha quedado durante décadas poco más que la leyenda y un apellido sin nombre. Sin embargo, Rockefeller escribió 17 páginas de un diario en el que reflejó todas sus impresiones, como la dureza de los toros en Pontevedra, las “horribles” conexiones ferroviarias con Galicia, la simpatía que le causó el general y lo atraído que se sintió por su hija Carmen.En aquel mes de agosto en Mondariz poco se podían intuir los tiempos convulsos que estaban a punto de venir tanto a la política española como a la economía mundial, con el fin de la dictadura y el famoso “crash” de Nueva York, respectivamente. En una situación mucho más tranquila se inició la estancia del Marqués de Estella, que es como a menudo se nombraba entonces al general Primo de Rivera, en el balneario y el Gran Hotel, adonde había arribado por segundo año consecutivo porque “conocía las aguas de voz popular y de información familiar” (por su tío Fernando, también general) y para tratarse de su diabetes. El lugar, en efecto, había alcanzado desde hacía décadas una gran reputación tanto por los efectos benéficos de sus aguas minerales como por el refinamiento de las instalaciones, pero esta fama se multiplicaba a medida que llegaban personalidades y se generaba una animadísima vida social en la que no faltaban bailes, banquetes, actuaciones teatrales y recepciones oficiales. Primo, que era viudo, llegó acompañado de sus hijas Pilar y Carmen, de 21 y 24 años, si bien en su diario Rockefeller les anotó 20 y 21 años. John Rockefeller III acababa de graduarse en Ciencias por la Universidad de Princeton y a sus 23 años sentía que su vocación estaba en la política internacional, así que antes de entrar a trabajar en las empresas de la familia decidió emprender una vuelta al mundo que le permitiera conocer diversos países y a personalidades de primer nivel, dada la influencia de su familia. Al mismo tiempo, asistiría a una importante conferencia internacional en La Haya donde se iban a analizar las reparaciones de Alemania tras la Gran Guerra y más adelante a otra conferencia sobre el Pacífico en Kyoto. En su periplo le acompañaba James G. McDonald, presidente de la Asociación de Política Exterior norteamericana y que aportaba su mayor edad (39 años) y el haber viajado con frecuencia por el mundo. De hecho, con anterioridad había estado dos meses en España para investigar en una biblioteca. El séquito se completaba con Adolphe Pervey, un profesor de francés de 22 años. Los mismos comensales se desplazaron en varios coches a la plaza de toros pontevedresa, trayecto que les llevó algo más de una hora. Los periódicos locales, que no reconocieron a Rockefeller, cuentan que también asistieron el ministro de Hacienda, Calvo Sotelo; el director de la Guardia Civil, general Sanjurjo; el gerente de Altos Hornos de Bilbao, y el director general de Campsa (monopolio creado por Calvo Sotelo). El espectáculo le causó suficiente impresión al financiero como para que le dedicase siete páginas de su diario, en las que refiere todos los pormenores de la fiesta contados, como no podía ser de otra forma, con el estilo sorprendido de un extranjero a quien la plaza le recordaba por su redondez el estadio de la Universidad de Yale. Torearon Algabeño, Agüero y el mexicano Heriberto García, y las crónicas de aquel día dijeron que fue una corrida muy mala, con arena volando por el viento y toros tan mansos que, para el diario pontevedrés “Progreso”, más que lidiados “tuvieron que ser asesinados, degollados”. La visión de Rockefeller fue otra: “Todo está contra el toro desde el principio”, analizó antes de concluir que “no puedo decir que me gustara”. Curiosamente Primo le comentó que estaba intentando con mucho interés y bastante éxito dirigir el interés del público desde los toros hacia el fútbol. El día que se despidió de los americanos Primo de Rivera lo pasó en Vigo, donde fue recibido frente al Real Club Náutico y embarcó con sus hijas en el trasatlántico alemán “Cap Ancona”, que estaba fondeado y adonde había sido invitado a un almuerzo por el consignatario de la Compañía Hamburguesa Sudamericana, señor Kruckenberg. A Primo le extrañó que no pudiese atracar el vapor de pasaje, y fue informado del estado de las obras del futuro muelle. “Pues hay que intentar que terminen pronto”, comentó el general. John III presentaba el tercer escalón de una saga de hombres de negocios puesta en marcha por su abuelo, John D. Rockefeller (1839-1937), un comerciante emprendedor que percibió la importancia del petróleo e instaló una refinería en Pennsylvania en 1863. Siete años más tarde formó con otros socios la Standard Oil Company de Ohio, una empresa legendaria desde la que desempeñó una de sus mayores habilidades: poner a los competidores de su lado. A ellos les compró sus refinerías y en el salvaje capitalismo de finales del siglo XIX acabó formando un auténtico monopolio de los combustibles derivados del oro negro. Fue el nacimiento del primer trust y, años más tarde, de las primeras leyes antitrust creadas por el Gobierno estadounidense, a las cuales el patriarca del clan consiguió ir burlando por diversos medios. Se calcula que su fortuna, medida en términos del Producto Interior Bruto de Estados Unidos, es la más grande jamás acumulada. Su otra cara fue la de la fuerte devoción religiosa (era protestante baptista) que le llevó a dirigir la mayor parte de su fortuna hacia obras sociales, sobre todo desde que dejó los negocios en 1896. Así, y con ayuda de su único hijo varón, John D. Rockefeller Jr. (1874-1960), fundó la Universidad de Chicago, el Instituto Rockefeller para la Investigación Médica, el Consejo General de Educación y la Fundación Rockefeller.
En un día tan especial como San Valentin desde Me and the beauty luxury queremos rendir un homenaje a todos los enamorados a partir de la historia de amor que el Balneario de Mondariz ha recreado para presentar su programa especial. Una historia de amor que nació en Mondariz y que pudo cambiar la historia de España. ¿Os imaginais al hombre más rico del mundo, Rockefeller, casado con Carmen Primo de Rivera, hermana del fundador de la Falange y de la fundadora de la sección femenina? Lo que hubiese cambiado la historia...
El periplo de Rockefeller
El encuentro con PrimoSólo por la mañana de aquel domingo, 11 de agosto de 1929, se enteró Rockefeller que Primo se hospedaba en su mismo hotel, y ni siquiera llegó a saber que también pernoctaba el jefe del Gobierno portugués. A primera hora bajó a recepción y mientras hacía unas consultas “de repente alguien me presentó a Monsieur le President” (la conversación era en francés) Primo de Rivera, con quien se dio la mano. Este le invitó en la misma lengua a charlar unos minutos en una estancia. Se les unió McDonald, quien se interesó vivamente por la nueva Constitución que preparaba Primo. Rockefeller recoge aquí una curiosa respuesta del general, quien les habría explicado que si la Constitución iba adelante, el país sería gobernado de acuerdo con esa legislación pero que mientras él fuese dictador podría hacer lo que le pareciera y no seguir las leyes.En otro orden de cosas, el joven financiero le explicó al jefe del Gobierno que tenían la intención de quedarse en Mondariz y acudir a la corrida de toros de Pontevedra de esa misma tarde, “y entonces sucedió lo inesperado: él nos invitó a comer en el hotel y después a ir a la corrida y sentarnos en su palco con él. Desde luego que aceptamos. Entonces nos dejó porque tenía que ver a una autoridad portuguesa”. Era, en efecto, la despedida a Ivens Ferraz y su hija, que regresaban a Lisboa con la previsión manifiesta de volver a verse en Madrid más adelante.
Al almuerzo en el Gran Hotel asistieron Rockefeller, McDonald, Primo, sus dos hijas, y unos duques cuyo nombre el financiero no menciona (posiblemente de Almenara Alta). Acerca del general escribió que era “muy cordial y atento” y que “se mostró tal como es”. “Hablamos de montones de cosas diferentes, ninguna de ellas con una importancia especial. La duquesa era muy abierta también, aunque estaba terriblemente pintada”, relata.
Lo que comentó Primo
El segundo Rockefeller destacó más por el lado filantrópico, con innumerables donaciones dentro y fuera del país, si bien volvió a tener problemas con las autoridades por la concentración de empresas en un holding, al tiempo que se significó como furibundo opositor de los sindicatos obreros. Bajo su responsabilidad, por otra parte, se edificó durante los años treinta el famoso Rockefeller Center, uno de los edificios más emblemáticos de Nueva York.John Rockefeller III, nacido en 1906, era el mayor de los hijos varones y pronto se vio atraído por la política internacional, sobre todo desde que hizo prácticas como ayudante en la Liga de Naciones en Ginebra. Después vendría su vuelta al mundo y al terminar, en diciembre de 1929, empezó a trabajar con su padre y se involucró en las principales organizaciones sociales creadas por la familia. Se casó y tuvo cuatro hijos, participó en la Segunda Guerra Mundial como oficial de la Armada e intervino activamente en la planificación de la política de posguerra en Japón. De hecho acabó haciéndose uno de los mayores expertos en ese país, que convirtió en su segunda casa, y en toda Asia. Fue además impulsor y primer presidente del Lincoln Center, la gran institución de las artes escénicas de Nueva York, y ejerció como gran defensor de la filantropía ejercida desde el sector privado. Falleció en 1978 en un accidente de tráfico.John III tenía, como su padre y abuelo, muy marcado el concepto de la austeridad tal como habría que entenderlo en el propietario de una gran fortuna, y el diario de su viaje está repleto de miramientos a la hora de efectuar gastos en desplazamiento u hospedaje.Uno de los cinco hermanos de John, Nelson, fue gobernador del Estado de Nueva York y vicepresidente con Gerald Ford, mientras que el más joven, David, es a sus 90 años el símbolo vivo de la saga. Hace no mucho que ha publicado sus memorias, editadas en castellano por Planeta...
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