Revista Espiritualidad

Una historia muy reveladora

Por Agustin Grau @agustgrau

Una de las experiencias más impactantes de mi vida ocurrió durante un sueño. Exactamente, durante un sueño en el que me hice consciente de que era un sueño.

Os cuento.

Estaba yo soñando que iba por una calle concurrida de alguna ciudad, rodeado de personas que caminaban  hacia todas partes, a derecha e izquierda mía. De pronto me crucé con alguien que conocía, nos detuvimos y hablamos un poco.

Cuando continuamos nuestras respectivas trayectorias, no sé por qué, me di la vuelta para observarlo y vi que se había convertido en dos: él y su doble, que continuaban alejándose de mí.

Dos personas que son la misma, qué extraño, me dije.

Entonces tuve en ese momento la suerte de percatarme de que, efectivamente, eso era muy raro, porque una persona no se podía convertir en dos. Y fue en ese instante, al hacerme consciente de ese hecho, al hacerme consciente de esa imposibilidad, de esa anormalidad, cuando me di cuenta de que eso indicaba que estaba en un sueño. ¡Porque en la vida real nadie se convertía en dos!

De repente me quedé estupefacto y paralizado en mitad de la calle, intentando asimilar mi descubrimiento, y observando absorto al resto de viandantes que continuaban caminando, zombis, en medio del sueño.

Evidentemente no lo pude evitar y comencé a gritar en medio de la calle, a diestro y siniestro,  y a todo aquel que quisiera escucharme, que aquello era un sueño, que aquello no era real.

La gente ni que decir tiene que me miraba como se mira a un loco, se apartaban y se alejaban de mí. Pero yo seguía vociferando que aquello era un sueño, que estaban todos dormidos, que aquello no era real. Mientras tanto nadie me hacía caso y la gente seguía a lo suyo, caminando, o durmiendo, que para el caso viene a ser lo mismo.

¿Qué me dicen?

Como dijo Gandhi, LA VERDAD ES LA VERDAD AUNQUE ESTÉS EN MINORÍA DE UNO.

Esta es una gran máxima.

A raíz de ese sueño empecé a entender que la verdad no depende de que todos la admitan como tal. Que la verdad no requiere un número determinado de adeptos, simpatizantes o fieles, para ser considerada como tal.

La verdad es la verdad, es tu verdad, y es lo que a ti te vale. Puede ser una verdad absoluta para ti (algo que para ti es verdad, y punto), o puede ser una verdad relativa (algo que en un momento determinado decides aceptar como cierto, a sabiendas de que puedes modificar tu criterio en cualquier momento). Pero en cualquier caso es lo que a ti te vale.

Esto es una llamada contra el adocenamiento y el aborregamiento colectivo. Es una llamada para defender lo que creemos, nos sigan o no, nos den la razón o no.

Por eso, cuando creas en algo, te trae al pairo que los demás te sigan o no, te aplaudan o concuerden contigo.

TÚ ERES TÚ Y DECIDES TUS VERDADES. Porque lo contrario sería darles la razón a los que creían que NO estaban en un sueño.


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