Por Ricardo Alarcón de Quesada
Es una historia secuestrada desde hace quince años. Los esfuerzos de su autor, Stephen Kimber, para publicarlo en Estados Unidos fueron inútiles. “Qué difícil ha resultado la venta de este libro a las principales editoriales de Norteamérica. Hemos recibido toda clase de explicaciones, por supuesto, pero la principal parece ser la creencia de que no existe en Estados Unidos una audiencia para un libro que podría presentar una imagen favorable de un grupo de ´espías cubanos´. Yo espero que este libro demuestre que ellos están equivocados.”
El libro es resultado de una búsqueda minuciosa y profunda que lo llevó a estudiar las más de veinte mil páginas de las actas del tribunal (Estados Unidos versus Gerardo Hernández et al)y miles de páginas más de documentos legales de lo que fue el caso más prolongado de la historia norteamericana. Leyó además libros y periódicos sobre Cuba y su largo enfrentamiento con Estados Unidos y también entrevistó a numerosas personas a ambos lados del Estrecho de la Florida y de los dos bandos o de ninguno.
No es un texto sobre el complicado e interminable proceso judicial, pero aborda, sin embargo, sus aspectos fundamentales. Tampoco es una biografía de los Cinco, aunque sus páginas los muestran como lo que son: seres humanos cercanos al lector. El libro va más allá y ayuda a comprender el conflicto entre dos países.
Pero no es un trabajo voluminoso ni de lectura difícil. Todo lo contrario. Con lenguaje claro y ágil permite al lector recorrer episodios de ese conflicto y culminar en unas pocas horas una lectura a la que quedó atrapado desde la primera página. Es la obra de un maestro de periodistas, un gran escritor y sobre todo, un intelectual honesto, comprometido sólo con lo que él pudo comprobar independientemente.
Ya en su primer párrafo nos dice que “Este no es el libro que yo pensaba escribir. Ese libro iba a ser una novela, una historia de amor que se desarrollaba en parte en Cuba.” Y por supuesto no era una novela sobre los Cinco acerca de quienes “vagamente había escuchado”. Kimber refiere en el prólogo cómo fue que decidió abandonar su proyecto inicial y ofrecernos, en cambio, un texto que nada tiene de ficción, y es un ejemplo de riguroso, imparcial y objetivo apego a la verdad.
En palabras de su autor, “no es una simple narrativa lineal. Es una acumulación en cascada de incidentes y escollos, de complicidades y consecuencias, una narrativa paralela, convergente, divergente, mostrando un reparto de caracteres eclécticos a ambos lados del Estrecho de la Florida”.
“Quizás fue la engañosa complejidad de todo ello lo que finalmente me convenció de que esta historia necesitaba ser contada, y necesitaba ser contada por alguien que no supiera ya cuales versiones de cuales historias eran las verdaderas.”
En esto radica la importancia verdadera de este libro. Es fruto de una investigación realizada por alguien que al emprenderla no era un defensor o simpatizante de la causa de los Cinco. Kimber, como miles de canadienses que visitan Cuba, tropezó más de una vez con algún cartel de propaganda, escrito con ingenuidad o torpeza lingüística, o escuchó a alguien hablar con admiración de los Cinco Héroes. Pero casi nada sabía al iniciar su indagación.
El autor formula una pregunta que encierra la clave para entender el problema: ¿Por qué el FBI decidió arrestarlos y llevarlos a un juicio público? ¿Por qué si hacía años que los tenía bajo su control y conocía todo lo que habían hecho y hacían? Al actuar de ese modo, apartándose de la práctica normal, el FBI perdió un caudal informativo importante y a la vez seguro. Tampoco podía acusarlos de nada grave y por eso los dos cargos importantes formulados contra ellos no implicaban crímenes sustantivos. Eran de “conspiración” para lo cual no hacía falta presentar evidencias concretas que nunca existieron.
La única explicación es política. En el verano de 1998 se habían dado los primeros pasos en lo que pudiera haber sido una colaboración entre los dos países para poner fin a las acciones terroristas contra Cuba originadas en Miami. Una misión de altos oficiales del FBI, enviada por decisión del Presidente Clinton, había recibido en Cuba copiosa información sobre tales actividades y había prometido actuar. Cuando la noticia de esos contactos llegó a Miami, el señor Pesquera, jefe local del FBI, quien mantenía estrechos vínculos con los terroristas, procedió al arresto y lo hizo empleando métodos que revelaban su motivación y el carácter político de la operación. “Si los cargos de espionaje contra los cubanos parecían poco convincentes – y lo eran, incluso entonces – ¿por qué el FBI decidió darle tanta importancia a esa parte del caso? ´Hemos hecho esto de forma pública,´ explicó Héctor Pesquera en español en un mensaje que fue transmitido frecuentemente en las estaciones de radio hispanas durante los días siguientes, ´para reunir información del público.´ ¿Qué? ”
“Intencional o no, las noticias sobre los arrestos y las acusaciones contra los cubanos sirvieron para incrementar los niveles de histeria en la siempre al límite comunidad de exiliados de Miami. La comentarista de la WQBA-1140 AM – y no olvidar vocero de la FNCA – Ninoska Pérez Castellón anunció en el aire el número de la centralita del FBI e invitó a llamar al Buró (y a su programa) para informar sobre “personas sospechosas”.
“Los grupos de exiliados como la Fundación Nacional Cubano-Americana se cebaron en las noticias de los arrestos, “que ahora vemos han estado amenazando intereses de seguridad vitales para Estados Unidos,” para hacer lobby por medidas aún más fuertes contra Cuba. Al día siguiente de la conferencia de prensa de Pesquera, el presidente de la FNCA Alberto Hernández y su vicepresidente Jorge Más Santos enviaron una carta al Senador Bob Graham, un miembro del Comité de Inteligencia del Senado que los apoyaba, para solicitarle que organizara una audiencia pública en Miami acerca del espionaje cubano.”
Mientras esto sucedía, allí mismo, en Miami, ante las narices del señor Pesquera, sin que nadie los molestase, se entrenaban los terroristas que realizarían el brutal ataque del 11 de septiembre de 2001.
El ambiente de odio creado por los medios locales de Miami, definido en 2005 por el panel de la Corte de Apelaciones como “una tormenta perfecta de prejuicios y hostilidad”, llevó a la decisión unánime de esos magistrados de anular el juicio. Fue más tarde, en 2006, que se supo que quienes desataron dicha “tormenta” recibían generosos, y ocultos, pagos del Gobierno federal.
El libro de Kimber aparece cuando el caso ha llegado a un momento crucial, a la espera de que el tribunal de Miami se pronuncie sobre las apelaciones colaterales (Habeas Corpus) cuyo fundamento principal es precisamente la conspiración gubernamental, financiando y organizando la campaña mediática que en Miami envenenó todo el proceso y que fue iniciada, precisamente, por el mismísimo FBI.
Ojalá la Jueza lea este libro antes de emitir su fallo.
Nota:
En junio del pasado año, y por cortesía del autor, publicamos un fragmento de la obra: “’Shootown” [Derribo] es un extracto de ‘Lo que hay al otro lado del agua: La verdadera historia de la Los Cinco Cubanos’ “. Pueden descargarlo allí (en inglés, .pdf)