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Una historia sin escribir

Publicado el 15 febrero 2024 por Angeles

Daniel siempre pensaba en leer durante el trayecto a la universidad, aunque casi nunca llegaba a sacar ningún libro, porque observar a los pasajeros del metro le gustaba incluso más que leer. «Es como contemplar a los personajes de una historia que todavía no está escrita», habría dicho si alguien le hubiera preguntado por qué.

Los observaba con atención pero con prudencia, e imaginaba detalles sobre sus personalidades, sus ocupaciones, sus sueños y sus desengaños. «Sí, a veces, pero otras veces dicen la verdad», habría respondido si alguien le hubiera dicho que las apariencias engañan.

Aquella mañana, cuando estaba en plena observación de pasajeros, las circunstancias cambiaron de repente. Un apagón desconectó la mirada de Daniel, como si ante sus ojos hubiera caído un telón negro. El tren se detuvo con descortesía, y al momento empezaron los gritos y las exclamaciones de preocupación y de enfado.

—¡Ay, por Dios, qué miedo! —dijo una voz aguda.

«Debe de ser la chica de la bufanda rosa», pensó Daniel.

—¡Un atentado, seguro que es un atentado!

«La mujer de las gafas de sol gigantes».

—¡Señora, haga el favor, no empeore las cosas diciendo tonterías!

«Seguramente, el muchacho de los pantalones rotos y el monopatín».

—Bueno, bueno, tranquilidad. No es más que un apagón, en seguida lo arreglarán, y si no, nos pasarán a otro tren y ya está.

«Ése es el del traje azul y la cartera».

Otras voces informaron de que las puertas estaban bloqueadas, de que estaban atrapados en el vagón. Se oyeron más gritos y golpes en las puertas. La voz del traje azul volvió a pedir tranquilidad y paciencia, asegurando que sería cuestión de esperar unos minutos.

—Cállate, tío listo, tú qué sabes.

«El del monopatín tiene ganas de bronca...»

Unos minutos después volvió la luz y las puertas de salida se abrieron con sosiego. Los altavoces pidieron disculpas, rogaron a los pasajeros que salieran al andén con calma e informaron de que continuarían viaje lo antes posible.

Mientras Daniel se ponía de pie y cogía su mochila, vio a la joven de la bufanda rosa, que se apresuraba a salir mientras decía:

—¡Ay, por Dios, qué miedo! Menos mal que ha sido poco rato.

Y entonces vio a la mujer de las gafas gigantes que hablaba con otro pasajero:

—Es que, con las cosas que pasan —decía—, enseguida piensa una en un atentado.

Daniel sonrió. A su lado, ya en el andén, el hombre del traje azul y la cartera refunfuñaba:

—Un atentado, decía la tía lista...

—Bueno, bueno, tranquilidad, por suerte no ha pasado nada —le dijo el chico del monopatín.

Daniel volvió a sonreír al tiempo que se colocaba la mochila al hombro. «Los personajes y sus apariencias», habría dicho si alguien le hubiera preguntado en qué pensaba.

pixabay.com  baker street underground


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