Revista En Femenino

Una horita al día

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe
Suena el despertador. Hay mañanas en las que ya estoy despierto, la Maestra-Jedi se ha marchado a trabajar hace un rato, y esos 15 minutos o media horita con la casa en silencio, en penumbra, y con la cabeza ya funcionando, a veces es complicado volver a conciliar el sueño. Tanto como reunir fuerzas y salir de la cama. Vuelve a sonar de nuevo la alarma del móvil, y esta vez ya lo tengo en las manos.
Esa horita y pico que me queda por delante siempre me agobia. Malditas las ganas que tengo de despertaros. No os hacéis una idea del trabajo que me cuesta empezar a llamaros, acariciaros la cabeza, despertaros poco a poco. "¡Buenos díiiias, papas fríiiias!", "¡Arriba, que ya es de día!", "¿Quién quiere ayudarme a poner el colacao?". Más de una vez, y de dos, se me pasa por la cabeza llevaros conmigo a la cama grande. Y que le den por culo al colacao y al cole.
Ayer me costó 10 minutos sacarte de la cama, Luke. Ni llevándote en brazos al salón te espabilabas. Y tu hermana ya estaba pidiendo su leche y su bollito, ese que deja nada más darle un par de bocados, y luego me acabo yo cuando vuelvo a casa. Te emperras en "ayudarme", y tengo que sentarte en la encimera, pero hay mañanas que no me fio de que vayas a caerte, medio dormido. Menos mal que se te pasa rápido, nada más coger la pajita de un color que no te gusta. Luego ya empiezas a sonreir, a jugar, y todo es más fácil.
Una horita al díaY ahora empieza la segunda parte. Vamos con tu hermana. Me desespero metiéndote prisa, Leia. En lo que tu hermano tarda en tomarse dos vasos –a veces tres– de colacao y lo que tardo yo en vestirlo ahora que estamos de buen humor, tú apenas vas por medio vaso de leche y tus dos bocaditos al bollo. Te despiertas y espabilas antes, sí, muy diligente y animosa, pero luego eres imposible. Te empeñas en acabar, cabezota como siempre, aunque te tires media hora para medio vasito. Y luego vestirte es otro zafarrancho. Tengo que sentarte y sujetarte para poder acabar a tiempo. Y me dejo lo mejor para el final: aún me queda peinarte y hacerte una coleta. "Estate quieta", "Mira para delante", "¡Que te estés quieeeta!"...
El día que me ponga a hacerte una trenza en lugar de una coleta, no llegamos a tiempo al cole. Falta preparar la mochila y las meriendas. Una mirada rápida al papel sujeto en el frigorífico. Aunque casi mejor os pregunto a vosotros, que ya sabéis mejor que yo qué es lo que toca cada día. "¡Que hoy sea galletas! ¡Que hoy sea galletas...!". Toca bocadillo. A buscar solución en el frigo. Sabía que tenía que haberme levantado cinco minutos antes. A tí, Luke, te da un poco igual, siempre que no sea fruta, ¿verdad? Pues salchichón. Vamos al coche. Y a escuchar un poco de rock and roll por el camino. Come On, Come On!
Dos minutos de margen. Menos mal que ya no tienes esa fijación por llevarte a Rayo McQueen al cole, o a tu dinosaurio. Porque solo me faltaba tener que ponerme a buscarlo en la leonera del cuarto de los juguetes. Eso era antes, Luke, cuando llegábamos al cole, y después de dejar primero a Leia en su clase, tú entrabas serio y angustiado a la tuya, en modo zombie, y me dejabas a mí más angustiado aún en la puerta. Necesitabas un juguete, un amigo, tu amigo. Ahora ya es otra cosa. Hasta tu seño me comentó esta misma mañana; "¿Has visto cómo trae ya otra cara?", entre que yo te despedía con un beso enorme y ella te daba la bienvenida con otro, casi igual de cariñoso.
Y otra cara es la que llevo yo de vuelta a casa. Una hora y pico que da para mucho, y para apenas nada. Pero es mi hora y pico. Ahora, a esperar para ir a recogeros.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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