Revista Opinión
Un año más, pasamos la Nochevieja a base de petardos, cohetes y material pirotécnico. A unas horas de que finalizase 2017 y antes de festejar la entrada del Año Nuevo, en muchos hogares se vivió la habitual angustia o inquietud al acercarse el acontecimiento más temido del año para muchos, incluidos para los perros. La mayoría de éstos padecen acusticofobia (miedo a los ruidos o sonidos estridentes producidos por petardos, fuegos artificiales, truenos o cualquier estruendo que altere su rutina). No en vano el 31 de diciembre es la noche del año que más perros se pierden, desorientados y aterrorizados, y algunos llegan a enfermar o fallecer porque su corazón no soporta tanto estrés.
Pero este año, algunos ayuntamientos, como el de Barakaldo, realizaron un llamamiento a su ciudadanía para conseguir una Nochevieja libre de pirotecnia. Según la nota de prensa emitida por este consistorio, el uso incorrecto de petardos y cohetes puede generar riesgos en la seguridad de las personas, graves trastornos en los animales, alterar el orden público e, incluso, dañar el patrimonio de la ciudad. Y, aunque existen establecimientos con licencia expresa para la venta de material pirotécnico para uso particular, también hay mucha venta ilegal y la policía de este municipio incautó unos 4,5 kilos netos de este tipo de mercancía solo en dos comercios de Barakaldo.
También en Roma se prohibió la pirotecnia en Nochebuena para proteger a humanos y mascotas. La alcaldesa vetó fuegos artificiales, petardos, cohetes y todos los artefactos que explotan y asustan “tremendamente a los animales”. En la Nochebuena romana no se vieron las clásicas estampas de la noche de fin de año. La alcaldesa, Virginia Raggi, prohibió el uso de fuegos artificiales, petardos, cohetes y cualquier otro producto similar que pudiese explotar desde las 00.01 horas del día 31 hasta las 23.59 del día 1, bajo multas de 25 a 500 euros. “Tenemos la tarea de proteger la salud de los ciudadanos romanos y de nuestros amigos de cuatro patas”, alegó la regidora. En esa misma línea, la asesora de Sostenibilidad Ambiental del ayuntamiento, Pinuccia Montanari, defendió la decisión de la alcaldesa: “Por su audición particularmente desarrollada, para nuestros pequeños amigos, el fuerte ruido de los petardos puede representar un verdadero dolor”.
Como alternativa, durante la noche de fin de año hubo espectáculos de luz y sonido por toda la ciudad, aunque el grueso de las celebraciones se concentró en la gran explanada del Circo Máximo, con conciertos y actuaciones teatrales como la de la compañía española La Fura dels Baus. “En Roma será posible festejar el año nuevo durante 24 horas, divirtiéndose sin fuegos artificiales gracias a más de cien actuaciones con mil artistas de todo el mundo”, apuntó la alcaldesa. Todo, entre un gran despliegue de medidas de seguridad, con controles policiales y unidades antiterroristas especiales. En Nápoles no se pudieron utilizar tampoco petardos ni fuegos artificiales desde las seis de la tarde hasta las tres de la madrugada en la zona en la que se concentran las principales celebraciones, la plaza Plebiscito; Milán blindó también su Piazza del Duomo, el punto neurálgico para los festejos y establecerá un aforo máximo de 20.070 personas, que además no pudieron acceder con botellas de vidrio; En Génova, desde las ocho de la tarde no se pudo vender ninguna bebida en recipientes de cristal o metálicos…
Por el contrario, en Madrid y cualquier ciudad española, la mayoría tiró la casa por la ventana y se apoderó de la noche como si fuera exclusivamente de ellos, disfrutándolo a lo loco, ignorando o riéndose del miedo de los perros y celebrando las horas del Nuevo Año con grandes y desmedidas explosiones por todo lo alto, dejando unas medidas de prudencia para otro año, pese a que no pocas personas y animales lo pidieran a gritos o aullidos lastimeros.
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