¨Extendí el brazo y me palpé una mano con la otra y la sensación fue la de tocar un guante húmedo. Quiero decir que la piel de la parte superior de la muñeca y de la palma de mi mano, junto a las uñas, se me habían desprendido y se habían caído al suelo. Podía ver mis uñas en el pequeño charco escurridizo que había formado mi carne en el suelo.¨
Harry Crews acabó, con seis años, dentro de un caldero de agua hirviendo. Su madre estaba calentando agua en la parte de atrás de la casa para meter dentro un cerdo y así poder quitarle el duro pelo de manera fácil y rápida. Crews estaba jugando con sus amigos a un juego llamado el látigo. Crews salió disparado, voló y aterrizó dentro del agua hirviendo. Se quemó vivo.
Se quemó todo el cuerpo menos la cabeza, que no llegó a sumergir en el agua. Hasta los quince años lució cicatrices.
Me sabía esa historia antes de leer Una infancia: biografía de un lugar, como también sabía la del catálogo de Sears. No recuerdo donde las he leído u oído, pero ya me eran familiares. Después de leer Cuerpo me leí todas las entrevistas y vi todos los videos que encontré sobre Crews. Y conocer exactamente como casi muere sumergido en agua hirviendo no lo ha hecho menos brutal, ni hermoso.
Esta Biografía que nos cuenta Crews, que abarca desde mucho antes de su nacimiento, hasta los veintiún años, es una crónica espectacular sobre los años veinte, treinta y ya menos sobre los cuarenta en el sur de los Estados Unidos. Granjeros brutos, alcohólicos, rudos y maltratadores, economía deprimida, falta de valores, embrutecimiento, creencias atávicas. Un lienzo que Crews va describiendo desde antes de nacer él y durante toda su infancia y adolescencia. El papel de los negros en esa sociedad, los juegos infantiles, la pubertad y las mujeres, la pobreza extrema, la incultura.
¨Por entonces yo aún no había oído hablar de los vagones de ganado de Hitler, pero cuando pienso en aquel viaje suelo recordarlo con esa imagen. Gente rendida y machacada salvajemente por largos años de arañar una tierra ya agotada antes de que hubiesen nacido.¨
El panorama ahora nos puede parecer desolador; vidas tristes siempre al límite económicamente, moralmente y anímicamente, pero en aquellos años, era la norma de los que no tenían apenas nada. En una ocasión Crews, su hermano y su madre, vivían en una habitación alquilada, su madre se había marchado de casa después de que su segundo marido le disparara con una escopeta y casi la matara por unos pocos centímetros. El dueño de la habitación desahucio a la familia argumentando que la iba a echar abajo para construir otro edificio más seguro. En realidad los echó porque otra familia le hizo una oferta por la habitación un dólar más ventajoso. Un dólar. No había lugar para la moral ni la pena en el sur de los años treinta.
En otra ocasión, con apenas siete años, Crews convenció a un carnicero para que le diera trabajo en su tienda. En su primer día, apareció un hombre muy nervioso que le pidió a Crews un cuchillo. El hombre sin mediar palabra se clavó el cuchillo en el pecho y poco a poco, golpecito a golpecito, lo fue hundiendo ante la atenta mirada de un Crews de siete años que no podía dejar de decirle al hombre que eso que estaba haciendo era ilegal, que no podía clavarse un cuchillo. El hombre se clavó el cuchillo hasta el mango y murió ante la mirada atónita del niño.
Hay decenas de pasajes donde Crews cuenta auténticas barbaridades que para la época eran absolutamente normales, como que no era normal que los granjeros pegaran a sus mujeres, pero en cambio era bastante normal que les disparasen. Una infancia es un poco atroz, como Crews, pero no llega a lo oscuro de El cantante de góspel ni tiene la acidez de Cuerpo. Esta biografía es un libro extraño, un poco hipnótico en ocasiones, un poco frío en otras, algo insustancial en algún pasaje. No tiene la fuerza de sus otros libros, aunque conserva el aura de la narrativa de Crews.
Aunque, a diferencia de sus novelas de ficción, Una infancia es tan real como el propio Crews, tan literal como él recuerda, y tan cruda como ocurrió. A mí me ha recordado un poco a Steinbeck y sus novelas de la depresión, pero sin la magia de la picaresca de las que impregnaba sus historias.
Espero con ganas otra traducción por parte de Acuarela, porque de este tío hay que traducirlo absolutamente todo.
Una infancia: biografía de un lugar.
Harry Crews.
Acuarela-Antonio Machado 2014
236 páginas.