Una introducción a la región del Mossel, Alemania

Unos pocos kilómetros al oeste de Frankfurt, se encuentra una región bañada por el río Mossell, Mosela en español. Un río característico por sus numerosos meandros en sus más de 500 kilómetros de recorrido.
Para quien no lo sepa, un meandro es una curva muy cerrada de un río, tanto, que parece que va a juntarse de nuevo sobre sí mismo, sin llegar a hacerlo. Algo así como la herradura de un caballo... o como la concha de un mejillón, ya que si buscas mossel en google te aparece este animal, y en alemán, Muschel, de una pronunciación similar, se refiere a este tipo de conchas.
Lo cierto es que el río cuenta con infinidad de estas curvas, y eso es, en parte, lo que hace de esta región una zona especialmente bonita, pero mucho de su encanto también se debe a las numerosas aldeas y pueblos de tejados de pizarra que emergen a ambas orillas, por las colinas llenas de viñedos extensos, por la tranquilidad que se respira, y por esa autenticidad, sencillez y complicidad que sólo existe en las zonas rurales.
La región del Mosela más visitada, está comprendida entre las ciudades de Trier, cerca de la frontera con Luxemburgo, y Koblenz, donde el Mosela hace su expectacular unión con el Rhin, el río principal de Alemania.
Toda esta región ha llegado a ser conocida como el más hermoso paisaje romántico de Alemania....
Y bueno, la verdad es que tiene un encanto especial, sobretodo para los que huyen de las ciudades y les apetece algo más de naturaleza, más de chimeneas de leña, y más de tranquilidad.
Y de vinos, puesto que esta zona también se caracteriza por la cantidad de vides que hay; mires a donde mires, todas las colinas están cubiertas de viñedos, a veces, con una verticalidad sorprendente, sobretodo para quien tenga que recoger las uvas después...
Existen innumerables fortalezas, castillos y viejos monasterios por ahí repartidos, como en casi toda Alemania, y todo ello en perfecta combinación con colinas, bosques y arroyos, que guardan en conjunto, un rico pasado histórico que va desde los antiguos celtas hasta la actualidad, pasando por los romanos, los francos, la guerra de los Treinta Años o la llegada del ferrocarril.
Hoy en día toda esta zona está repleta de influencias de sus antepasados, por ejemplo, siguen siendo vigentes límites de regiones de antiguos terrenos romanos, como también nombres de determinados campos o localidades son de origen celta, así como huellas de este idioma en los dialectos moselanos francos. Todo esto es lo que nos cuentan las guías, pero mejor vamos a verlo... y ya aviso que es un post cargado de fotos.

Por desgracia, aquí íbamos a pasar toda una semana, pero por circunstancias personales de última hora, sólo pudimos estar un par de días, por lo que todos los planes se tuvieron que reducir considerablemente.
Decidimos hacer una parada en Merl, uno de los pueblos bañados por el río, y de ahí conocer un poco alrededor. El primer día fuimos hasta Trier, una de las "ciudades capitales" de esta zona, pero sobre Trier ya hablaré en un próximo post.
Merl es un acogedor lugar de no muchos habitantes, situado entre Zell y Bullay, algo más grandes. Es un pueblo tranquilo, cuidado, bien comunicado, con un largo paseo en la ribera del río por el que caminar o andar en bici, embelesándose con el paisaje y la apacibilidad de las aguas. Supongo que no dista mucho del resto de localidades que pueblan las orillas del río, y en otoño ha sido especialmente bonito, con todos los colores rojizos, amarillos y marrones alrededor, y muchas de sus hojas cayendo ya al suelo. A cada hora pasan barcos, bien de mercancías, bien de turistas que hacen minicruceros por el Mossel.
Aquí la vida está totalmente dedicada al cultivo de las uvas y labores agrícolas, por lo que es fácil encontrarse con tractores, y con el que recoge la chatarra, y hay un montón de artesanos, y huele a chimenea, y los niños juegan en la calle con aviones de papel, y se decoran todas las casas y jardines y calles con adornos otoñales, y se pasea en bicicleta, o se toma un vino a la orilla del río...
La ribera está llena de pequeños embarcaderos, y de patos que se acercan hasta la orilla, mientras uno contempla el ir y venir de los barcos sentado en un banco del paseo.

Un pequeño descanso después de tanta magia...

A unos pocos metros se encuentra Zell, repleto de "gatos negros", y lleno de restaurantes y tiendas,
algo más turístico que Merl, y por lo tanto, con más vida. Aquí fue donde comimos en un restaurante vietnamita, aunque bien podría pasar por un chino como otro cualquiera. De repente me dio por la comida asiática, he descubierto que me encanta, y cuanto más picante mejor. Mi favorito: el chino de Bad Bergzabern.
Zell igualmente tiene un enorme paseo por toda la orilla del río, con una pequeña terraza donde sentarse a comer las famosas salchichas alemanas, y es una de las "escalas" que hacen los minicruceros que surcan el Mossel; desde aquí parten los barcos casi a cada hora.
Un poco más allá, a 2 kilómetros, está Bullay, donde nos movíamos constantemente para coger el tren que nos lleve y nos traiga.
Algo que llama la atención, al menos para alguien que viene de España, donde los niños ya casi que tienen que nacer con el carnet de conducir propio bajo el brazo, es que en Alemania se viaja muchísimo en transporte público, tanto el tren como los autobuses o el tranvía, van repletos, y muchísimo también se va en bicicleta. Es otra de esas cosas que envidiar y tomar ejemplo... También hay que decir, que aquí el transporte público le da mil vueltas a lo que hay en España, todo es moderno y a la última, bien cuidado, y los tickets te los guardas porque desgrava en los impuestos ¿Dónde se ve eso en España?
En contra: aquí el transporte público es caro, pero hay una especie de bonos para reducir el costo de quien viaja mucho. Eso sí, a los taxis ni arrimarse.

Antigua, pero reformada estación de tren de Bullay. Data de principios del siglo XX

Un auténtico desayuno alemán... salchicha+cerveza. Eso es empezar el día con energía

El último día estuvimos dudando si llegar hasta Traben-Trarbach o dejarlo para otra ocasión, pero puesto que era uno de los destinos que ya teníamos pendientes, nos acercamos por ver un poco ya que no estaba muy lejos...
Traben es otro de esos lugares más ciudad que pueblo. Por mucho tiempo que pase en Alemania, me siguen sorprendiendo los edificios 'tan de cuento' que hay en este país. Donde en otro lugar sería algo excepcional, aquí es la norma. Todas las calles son una larga sucesión de edificios de colores con piedra y entramado de madera, tejados de pizarra y grandes ventanales.
Poco después de llegar a Traben empezó a llover, y ya que estaba algo cansada, se me quitaron las ganas de seguir dando vueltas. Entramos al supermercado a comprar unas cosas, y volvimos a casa.

Alterbahnhof, o estación "vieja"...

Como opinión personal, esta zona es única y exclusivamente para desconectar y pasar unos días tranquilos. Excesivamente tranquilos. No hay grandes emociones, no hay lugares exóticos, no hay diversidad de culturas, no hay nada extraordinario que se salga de un equilibrio y armonia perfectos propio de los alemanes.
A pesar de esto, el Mossel sorprendió para bien. Mucho paisaje, sí, muchos pueblos bonitos, sí, muchos escenarios dignos de fotografiarse, también, y no por ello pierde nada de autenticidad. Alemania es así, perfecta. A veces demasiado para poder aguantarlo...
Y hasta aquí llegó nuestro mini recorrido por la región. No hubo tiempo para nada más, pero como aperitivo, ha sido estupendo.