Revista Salud y Bienestar
Una minúscula isla del Pacífico, perdida entre Australia, Nueva Zelanda y Nueva Caledonia, va a poner en marcha una iniciativa cuanto menos llamativa: recompensará en dinero contante y sonante a los ciudadanos que lleven una vida saludable y contaminen poco. Con apenas 35 kilómetros cuadrados y 2.000 habitantes, Norfolk ha decidido comprobar cómo puede hacerse frente a dos de los grandes desafíos de las sociedades modernas: la obesidad y el calentamiento global.
"Tenemos una isla situada a 1.700 kilómetros de las costas australianas y completamente autónoma. Es fácil medir aquí quién entra y quien sale", ha subrayado Garry Egger, de la Universidad australiana Souther Cross, y coordinador del equipo de investigadores que ha diseñado el programa.
Antigua colonia penitenciaria británica, Norfolk es hoy en día el único territorio australiano que dispone de un gobierno autónomo.Cada uno de sus habitantes recibirá una especie de tarjeta de crédito que deberá presentar cada vez que haga la compra y siempre que pague la electricidad y el carburante que consuma.
Aquellos que ahorren unidades de esta particular tarjeta, podrán canjearlos por dinero, mientras que los más despilfarradores deberán pagar por las unidades suplementarias gastadas.
Los habitantes de Norfolk, explica Garry Egger, poseen un estilo de vida comparable al del resto de australianos en términos de polución y obesidad.
Australia está a la cabeza de emisiones de gases de efecto invernadero por habitante, debido a su importante industria minera. Además, sus tasas de obesidad la sitúan entre los diez países con más sobrepeso del mundo.
El programa, basado en el voluntariado, tiene como objetivo reducir el consumo de electricidad y gasolina y disminuir la ingesta de alimentos preparados. Además, también pretende animar ala población a desplazarse en bicicleta o caminando.
La iniciativa, que comenzará a principios de 2011 y tiene previsto durar tres años, está financiada por el Consejo australiano de Investigación y las autoridades locales. Los más de 30.000 turistas que llegan a la isla cada años recibirán también una tarjeta a su llegada, dotada de más o menos unidades en función de su estancia. "Podrán, por tanto, recuperar dinero si han ahorrado. Pero, a la inversa, también tendrán que pagar si han sobrepasado el crédito", ha indicado Egger.
"Es bastante divertido porque finalmente los turistas podrán ganar dinero estando de vacaciones si hacen lo que hace falta", ha añadido. Los habitantes han respondido con entusiasmo a esta iniciativa, ha declarado Andre Nobbs, ministro de Turismo de Norfolk. "La ventaja de Norfolk es que la gente de aquí tiene grandes ideales con respecto al medio ambiente", ha subrayado.
En número de unidades irá reduciéndose poco a poco para conseguir objetivos más ambiciosos en materia de polución y salud, ha precisado Egger.
Según sus palabras, uno de los mayores desafíos de esta experiencia es conseguir la asiduidad de la población. En tres años, se presentará un informe a las autoridades australianas y locales.
"Si los habitantes de Norfolk adoptan bien el programa, podría extenderse a todo un país y veremos si también al planeta", ha concluido Egger.
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