Entonces aquí estamos, bien, diría yo super bien pero con un hueco en el pecho. No puedo montarme en la guagua para ir a ver a papi y a mami. Los abuelos que me quedaban murieron en años recientes. No puedo visitar a mi hermano para que se ponga a hornear un bizcocho de frutas. No puedo visitar a mis tíos y tampoco puedo ir a limpiar la playa del Caracol.
En medio del mar de emociones me pongo analizar qué puedo hacer para llenar el hueco que llevo en el pecho. Qué puedo hacer para que los años no me quiten la bendición de poder estar al lado de los que quiero en mi país. Dejar mi carrera a un lado por irme a un país donde no me darán la oportunidad de ejercer lo que hago por un salario digno. Privarle a mi hija la bendición de poder estudiar gratuitamente en una de las mejores escuelas del área. Renunciar a los servicios médicos de mi esposo para llevarlo a esperar meses por una cita y largas horas para ver un Doctor. Perder horas en largas filas para recibir un servicio en alguna agencia gubernamental. Los que vivimos fuera de la isla muchas veces somos llamados cobardes. Esto no se trata de cobardía, esto es de valientes. Dejar todo lo que amas por salir adelante en otro país es una decisión sumamente fuerte. Los que nos vamos de nuestro país por las razones que sean, llevamos un hueco en el pecho que es imposible de llenar. Cuentame tu experiencia en los comentarios. Vives en tu país de origen o te ha tocado comenzar de nuevo en otro país? Sigueme en las redes sociales:Twitter: @MillyDiazPRFacebook: @OpinionDeMillyInsagram: @MillyDiazPRRevista Infancia
Estos días han sidos unos llenos de nostalgia. No se si es porque se acerca el aniversario del huracán Maria o es simplemente casualidad. Estoy en la sala de mi casa, sola escuchando el aire acondicionado mientras mi familia duerme plácidamente. Hace 5 años vivimos en una ciudad en los Estados Unidos que nos abrió las puertas al progreso. No nos ha faltado nada material, solo la patria. Ese lugar donde todos se conocen y despiertan con el cantar del gallo en las mañanas. Donde el coquí los duerme y el olor a isla es peculiar. Entonces me remonto a cinco años atrás. Vivíamos en un barrio en la ciudad de Toa Baja. Los tiroteos eran la orden del día. Ambos teníamos trabajo y el dinero nos daba para sobrevivir. Cuando mi esposo se enfermó fue que los huevos se nos pusieron a peseta. No teníamos idea cómo íbamos a sobrevivir con un solo ingreso. Así que agarramos lo poco que nos quedaba y nos fuimos del país.