La pineal es una glándula ubicada al centro del cerebro, cuyo tamaño no supera al de una lenteja. Vecina de la glándula pituitaria, juntas emprenden una especial aventura cuando se conectan sus circuitos en los “centros de energía” que son, generando en el plano físico, entre otras consecuencias, la producción hormonal.
Para comprender mejor su importancia, es conveniente fijar la atención en el ser-energía que es el ser humano y desde allí considerar su funcionamiento, cuyo resultado es todo lo que la ciencia médica reconoce en su acción biofísica. De acuerdo al equipo eléctrico que somos, poseemos infinitos centros de energía, que en la terminología oriental se conocen como “chakras”; en realidad, somos un universo de microchips, comandados por chips principales, de los cuales el más importante es el chip central, conocido como centro cardíaco, y que en su condición física es el corazón.
Este no sólo recoge toda la información creativa y de vida a través del cordón electrónico que lo vincula a la Fuente, sino que permite reconocer y experimentar la perfección de la verdadera Vida.
La glándula pineal corresponde a uno de los centros principales, que tiene como misión, entre otras cosas, abrir el camino de regreso a la recuperación de las potencias originales del ser y conectar con los campos de creación superior, donde se encuentra el cien por ciento de las capacidades reales del universo.
Es así como en la Antigüedad, dentro del marco de las corrientes espirituales, se consideraba a la pineal como un centro de poder superior, simbolizado en un dibujo que representaba un triángulo luminoso con un ojo al centro. Para la religión católica, hoy, significa el poder de Dios; para la masonería, la visión del Cíclope; dentro de la tradición egipcia se le conoce como el ojo de Horus, y en el mundo asiático, comprendida la India, como el tercer ojo. También encontramos este símbolo en las culturas ancestrales precolombinas y polinésicas, representando siempre un concepto sagrado. En la terminología iniciática se le conoce como “la puerta del Paraíso”.
En cuanto al aspecto biológico de la pineal, en su condición de glándula, segrega una hormona conocida como melatonina. Hasta la década de los 60, la ciencia médica la consideraba inútil debido a su temprana atrofia. Sólo en el bebé recién nacido y hasta los siete años, aproximadamente, la acción de la melatonina es intensa, pero disminuye a medida que pasa el tiempo, hasta que en el adulto mayor se manifiesta como un fino hilo en el torrente sanguíneo.
A partir de esa época, investigadores interesados en adecuar a los astronautas para largos viajes a otros planetas por medio de la hibernación, al profundizar los estudios de esta glándula, dieron con un descubrimiento asombroso: junto con confirmar que la melatonina es responsable del mantenimiento de la juventud, pensaron por primera vez que, de lograr su permanencia activa, podría convertirse en una fuente inagotable de milagros, tanto para la salud y la armonía como para el desarrollo del individuo.
Lo que se sabe en la actualidad sobre su influencia natural en la vida del hombre es que la producción de melatonina disminuye con la edad por efecto de la oxidación celular. Y en casos de enfermedades como el cáncer, el alzheimer y el sida, la glándula pineal se atrofia rápidamente.
También se ha confirmado la incidencia de la baja secreción de esta hormona en las enfermedades cardíacas. Según algunos investigadores, su estructura química es muy similar a la de las sustancias alucinógenas.