Ya nos han cambiado la hora otra vez, y la noche caerá más pronto cada día, signo inequívoco del invierno que se acerca. Aunque por aquí seguimos con las sandalias puestas; no recordamos otro final de octubre con los deditos de los pies al aire. Pero así estamos, con la ropa y los zapatos de verano machacados, después de seis meses sin tregua. De pronto, una mañana nos despertaremos muertas de frió y ya no habrá marcha atrás, ni entretiempo ni ocho cuartos, nos lanzaremos a por la lana directamente. Y lo cierto es que nos apetecen días de lluvia, el tacto de los calcetines, el agua muy caliente en la ducha... todas esas sensaciones que ya auguran las cortas tardes de otoño y que nos invitan a volver nuestros hogares más confortables y pasar más tiempo en ellos. Para contribuir a ese bienestar, acabamos de colocar una pequeña lámpara de mesa en una de nuestras cocinas; un punto de luz cálido, que nos ayude a crear esa atmósfera acogedora que inevitablemente asociamos con el frío, y en un lugar de la casa poco usual para este elemento decorativo. ¡Pero estamos encantadas con el resultado! Un toque suave de luz que nos hará compañía en los oscuros atardeceres que están por venir.
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¿Qué os parece la idea? ¿Os animaríais a colocar una en vuestras cocinas?