Revista Religión
Lucas 6.46-49 | Desde mi infancia aprendí a escuchar al Señor, y esta importantísima lección es el fundamento de mi confianza en Dios. Además, debido a que presto atención al Padre celestial, Él me ha dado valor en mis convicciones, fortaleza en tiempos de dificultades y gozo inexpresable.
Mi abuelo me inculcó la importancia de abrir mis oídos espirituales. No me dijo: “Charles, tienes que escuchar”; me describió más bien cómo el Señor le estaba hablando y lo que le estaba diciendo. La fuerte evidencia de la fe del abuelo me dio un ferviente deseo de escuchar al Señor, también.
Ninguna persona puede escuchar sin oír activamente. Dios me enseñó cómo hacerlo, y es esta importante lección la que le estoy transmitiendo. Escucho al Señor cuando comienzo a meditar en su Palabra. Escucho en oración lo que Él me está diciendo en el pasaje, y lo hago con interés. El Señor no se anda con misterios. Él hace clara las Sagradas Escrituras a quienes deseen conocer su significado y estén dispuestos a someterse a ella.
A menudo tengo que ser paciente. Dios indica su verdad cuando el creyente está dispuesto a escuchar. De continuo vuelvo a una parte de la Biblia hasta que el mensaje se me haga claro. Eso significa, a veces, volver al mismo pasaje otro día.
Dios hablará con claridad a cualquier persona que escuche en oración y con actitud sumisa. Él quiere hablarle a usted. Su gran deseo es que lo conozca tan íntimamente como lo hicieron Moisés, David, Pablo y muchos otros como ellos. Escudriñe la Biblia cada día y escuche las palabras que el Señor le dice a su corazón.
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