Revista Gente

'Una lectora nada común'

Publicado el 19 abril 2011 por Soledadh

Una lectora nada común - Alan Bennett El año pasado se me ocurrió, como herramienta para disminuir mi siempre creciente lista de libros por leer, llevar a cabo una serie de retos personales con distintas temáticas.

El primero, hecho en junio, tenía como tema obras en las cuales los libros fueran protagonistas. Así fue como leí: “El lector”, “La ladrona de libros”, “El librero de Kabul” y “Firmin”.

El reto del mes de agosto –ya que julio pasó sin pena ni gloria- tenía como guía para la elección a autores que no hubiera leído aún. Elegí a Le Clezio, Haddon, Cumming y Bennet, con sus obras “El africano”, “El incidente del perro a medianoche”, “Las horas” y “Una lectora nada común”. Este reto aún no lo he cumplido, se fue retrasando en parte por falta de tiempo y en parte porque Saramago metió la cola o mejor dicho su pluma, y produjo una pausa en mi programa de lecturas para meter dos de sus libros: “Ensayo sobre la lucidez” y “Caín”, la cual ya comente aquí, y la anterior aún sigue en el tintero.
Comencé este reto con “Una lectora nada común” del escritor inglés Alan Bennett. Ya había leído unas pocas frases del libro unos meses antes, pero en ese momento no me llamó demasiado la atención esta historia real (de la realeza), que toma un personaje real (de la vida) para contarnos una historia de ficción.
Pero esta vez, la segunda que hoy fue la vencida, me enganché con la historia a tal punto que la leí de una sentada. Para ser más exacta, de varias sentadas a lo largo del día, ya que lo comencé a la hora de la siesta y a la noche ya la había terminado. Responsables de estos son su extensión – ya que es una novela muy corta- y la prosa fresca y llevadera, que hace que a uno no le cueste avanzar, pero si cueste dejarla. Engancha y se deja leer con calma.
La reina Isabel I es dueña de –entre tantas otras cosas- un par de cachorros de los más traviesos y desobedientes. Una noche, persiguiéndolos para que entren, se encuentra –en pleno jardín de Buckingham- una camioneta toda destartalada que oficia de biblioteca ambulante. Ahí dentro, el bibliotecario y uno de sus empleados, metidos entre los libros, logran que se lleve un ejemplar –aunque es importante destacar que se lo lleva por simple corrección política y no por un interés verdadero por la lectura-.
Y aquí comienza la historia. ¿Qué pasa cuando una persona que tiene demasiadas obligaciones como para “perder” el tiempo leyendo se enamora de los libros y sus historias? ¿Qué ocurre cuando una persona demasiado ocupada en parecer interesante pero sin interesarse en nada comienza a interesarse por la letra impresa hasta tal punto de dejar de lado sus ocupaciones? ¿Qué ocurre cuando una persona comienza a escuchar realmente a sus interlocutores basándose en su interés por conocer nuevas lecturas? ¿Puede un libro, o un conjunto de lo más variopinto de ellos, cambiar la historia mundial?


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