Por Cayetano
Yo siempre he afirmado que entre la Historia y la Literatura hay vínculos estrechos, espacios comunes, porque las obras son hijas de su tiempo. Y así como el arte nos sirve para entender mejor una época, las obras literarias nos permiten conocer mejor el tiempo en que fueron escritas.
Cervantes conoció dos siglos y vivió la época de Felipe II y la de Felipe III.
El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha es una obra renacentista, pero también es una obra con pinceladas barrocas.
La primera parte se publica en 1605. La segunda parte ve la luz en 1615
Aparecida durante el reinado de Felipe III, se trata de una novela a caballo –nunca mejor dicho para una supuesta novela de caballerías- entre dos épocas, las que conoció su autor:
La perteneciente al siglo XVI, época de esplendor, de los llamados Austrias Mayores, victoria de Lepanto incluida, ocasión de orgullo para un damnificado Cervantes, que finaliza cuando llega Felipe III.
Y la relativa a la decadencia de los Austrias menores, donde España dejará de ser una potencia de primer orden, y que tiene su inicio también con el “incapaz” Felipe III y el suceso desafortunado de la expulsión de los moriscos en 1609, al que luego haremos mención.
Comparemos brevemente las dos partes de la obra.
En el prólogo de la primera parte hay humor, poesías de tono divertido, sonetos burlescos de diversos personajes del mundo de la caballería andante.
El autor se propone utilizar su personaje para ridiculizar las novelas de caballerías y para hacernos reír con sus locas historias.
La primera parte es más optimista y vitalista. Nuestro caballero es el “Ingenioso Hidalgo”, el personaje resuelve situaciones, actúa sobre los acontecimientos, los enredos son más cómicos, de los percances el caballero se recupera siempre y su optimismo le hace seguir buscando nuevas aventuras...
La misión del caballero es “desfacer entuertos”, ayudar a los abandonados por la fortuna. Y hay gigantes, que no molinos. Y hay ejércitos, que no rebaños. Y hay dama agraciada, que no ruda moza. Y hay yelmo de Manbrino, que no bacía de barbero. Y hay un vizcaíno peleón que habla una “mala lengua castellana”. Y hay un bálsamo de “Fierabrás” con efectos secundarios insospechados. Es decir: situaciones casi siempre muy cómicas.
En la segunda parte, ya en el prólogo, la cosa empieza a ponerse seria. Cervantes se queja del plagio de un tal Avellaneda y de sus insultos indirectos al ser llamado viejo y manco. Cervantes se defiende:
“Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.”
La segunda parte es más cruda, más pesimista, más enrevesada y barroca, como corresponde a la época, hay más crueldad, las burlas son más duras, las bromas sufridas son de peor gusto (véase el asunto de la Ínsula Barataria) , los acontecimientos pueden con el personaje, nuestro hidalgo se convierte en el “caballero de la triste figura”, los apaleamientos o “molimientos” son más duros, sus caídas son lamentables y tristes... ya no se repone tan fácilmente de las derrotas. Cuando el Caballero de la Blanca Luna –o sea, el bachiller Sansón Carrasco- le vence, don Quijote sufre una doble derrota: física y moral. Abandona. Tira la toalla. Al final todo se resuelve con muerte, una muerte doble: la del caballero primero, al recobrar la cordura, y la de don Alonso Quijano después.
Sobre el asunto de la expulsión de los moriscos, al que antes hacía referencia al referirme a Felipe III, hay una clara alusión en El Quijote, concretamente en el capítulo 54 de esta segunda parte,.
Ricote, paisano y vecino de Sancho Panza, aparece disfrazado de peregrino para que no lo reconozcan. Invita a Sancho a comer a la sombra de unos árboles y el escudero comenta:
“Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja; hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco”Cervantes utiliza el asunto del vino con la clara intención de demostrar que los moriscos son cristianos conversos. ¿Dónde se ha visto si no que los musulmanes beban vino?
Más adelante, refiriéndose a la expulsión, el propio Ricote comenta:
“Fuimos castigados con la pena del destierro, blanda y suave al parecer de algunos, pero al nuestro, la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estamos lloramos por España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural”
Un exilio forzoso más en nuestra historia.
Fuente imagen: wikipedia