Será por Cataluña, será por un Mariano Rajoy más quemado que la pipa de un indio o será por unas fuerzas políticas sin cintura alguna para el acuerdo. Lo cierto es que la legislatura está empezando a pedir a gritos una muerte digna. Los ejemplos de lo que va camino de convertirse en un periodo de completa esterilidad para el país se acumulan. Empezando por la propia Cataluña, en una situación política tan kafkiana como esperpéntica ante la que el Gobierno se limita a esperar que el tiempo y el aburrimiento resuelvan el problema. Y si no fuera así, siempre están a mano los jueces y los fiscales para paliar la falta absoluta de iniciativa política de Rajoy. Tan falto de ideas está el presidente que, para sustituir al ministro de Economía tras su marcha al BCE, solo se le ocurrió llamar al vicepresidente que tiene España en el Banco Europeo de Inversiones. Cambia un cromo por otro y mantiene la infrarrepresentación española en las instituciones comunitarias. No me digan que no es una genialidad la suya.
Podemos continuar con el renacido debate sobre las pensiones que también ha pillado al Gobierno con el paso cambiado y sin una sola propuesta coherente para responder al reto de garantizar pensiones dignas para los pensionistas actuales y futuros. A ver qué dice mañana Rajoy en su comparecencia parlamentaria sobre este asunto en la que, por aquello de no ser puesto contra las cuerdas de nuevo, el PP se ha negado a que haya propuestas de resolución y perderlas, hasta ahí podríamos llegar. En cualquier caso, mejor será que no se hagan ilusiones de ningún tipo los pensionistas con lo que pueda decir mañana el presidente si no quieren llevarse un nuevo desengaño. Tampoco en esto han estado finas ni serias las demás fuerzas políticas ni los agentes económicos y sociales. Un año llevan reuniéndose los miembros del Pacto de Toledo sobre las pensiones y en ese tiempo no han sido capaces ni de parir un ratón. Ahora, cuando la presión de la calle achucha y los pensionistas asedian las puertas del Congreso, todo el mundo corre y sobreactúa, saca soluciones mágicas de la chistera y calcula cuántos votos de pensionistas puede conseguir. Véase también lo que ha pasado con el pacto de estado por la educación, otra de las solemnes promesas de Mariano Rajoy en su investidura, hoy al borde del despeñadero. El PSOE abandonó el y Podemos, que no iba a ser menos de izquierdas que nadie, se fue también argumentando que se lo había pedido la comunidad educativa. Sin desdeñar las razones para el abandono de las conversaciones y la cerrazón del PP para mejorar la inversión educativa, intuyo que también aquí hay buenas dosis de postureo político y deseos de hacerse visibles frente al bloque de la derecha encarnado por el PP y Ciudadanos. El fracaso del pacto por la educación, una reclamación histórica de todos los sectores educativos, es también el fracaso más sangrante de los partidos políticos para ponerse de acuerdo sobre algo tan trascendental para el futuro de un país como su sistema educativo. Aunque no creo que sea ese fracaso el que le quite el sueño a un Rajoy al que se le ve cada vez más mustio, sino las exigencias leoninas de Ciudadanos para aprobar los próximos presupuestos.
Para los populares y sobre todo para Rajoy, es vital sacar adelante las cuentas de este año. Para eso no sólo tendrán que sortear las barreras que les pone Albert Rivera sino a los remolones del PNV que se niegan a negociar las cuentas con el 155 en vigor en Cataluña. Sin embargo, oposiciones más altas han caído y si el PP consigue convencer a vascos y a naranjitos - a los canarios ya los tiene en el bote - Rajoy podrá respirar y aspirar a agotar la legislatura. De lo contrario sería de obligado cumplimiento político un adelanto electoral que abra una nueva legislatura capaz de sacar a España de la petrificación actual. Sería una locura que no nos podemos permitir tirar dos años más con presupuestos prorrogados, sin nueva financiación autonómica, sin solución para las pensiones y con el sistema educativo cosido con alfileres, por citar solo algunas asignaturas pendientes y sin mencionar la crisis catalana. Si el Gobierno no gobierna y la oposición está más atenta a las encuestas que a los problemas del país, no hay otra solución que ir a las urnas y que decidan los ciudadanos.