Revista Opinión

Una Licencia Creativa Es Un Lujo

Publicado el 25 diciembre 2018 por Carlosgu82

La licencia creativa adaptada a un pequeño cuento sobre una obra famosa es un arte que no pasa de moda, podría aventurarme a decir que la licencia creativa es ese recurso que, a los que nos gusta escribir, tenemos a veces la necesidad de ajustar a nuestra propia creación literaria.

Estas licencias son importantes, porque nos permiten darle características únicas en términos de forma a nuestra obra, mostrando propiedades estilísticas propias y creando así la belleza que el texto requiere según lo concebimos. Pero ajustándolas a la idiosincrasia de un personaje de la literatura universal.

Para hacer una composición con un enfoque diferente de una obra famosa o un personaje universal, un mini-relato aparte, como un inciso a la trama original, debemos respetar la singularidad del personaje y también el carácter comprendido de la producción, es decir, ceñirnos a una fidelidad patrón

Debemos tener en cuenta que esta estructura ha de tener un número determinado de palabras, y un método similar de composición, para que no pierda fuerza el personaje original.

Unos ejemplos podrían ser estos que me he permitido: Don Juan, Frankenstein y Marguerite Gautier.
I
Nada reconozco hoy
La cuidad del amor, del erotismo, del sexo insensato de la razón inmadura adolescente.

La era oscura del que sobrevive caminando entre charcos de sangre aplastando el argumento de los demás.

La trivialidad de la seducción triunfante decapitando mitos, como el mito romántico del amor.

¿Hace falta hoy acaso un París de juventud bohemia?
¿Hace falta una Sevila de embozados aduladores en busca de la reja de su amada?
¿Hace falta una Verona de balcones engalanados iluminados por la luz de la luna?

– No lo creo.- dijo Don Juan acariciando su perilla mientras cavilaba ausente con la mirada perdida en el vacío.- La insolencia es el arte de vivir el ahora en todas partes con osadía y atrevimiento desatinados.- Y volvió a ser piedra.
—–
II
El experimento
– Como usted diga Dr. Frankenstein.- dije cerrando el tomo de rústica encuadernación. Miré a mi alumno sonriendo y le argumenté.- El único santuario que nos queda, Victor, es una palabra de miseria tildada de dolor.

Él me miraba absorto, yo continué enfatizando cada palabra.

– Esta novela, muchacho, consagra y desmitifica a un tiempo el mito de Prometeo, mostrándolo necio y tiernamente vulgar, para que comprendamos la demencia de su hacedor. Es implacable; crimen, compasión, locura…

Pero Victor había desaparecido ya. En el suelo había dejado una pequeña jaula de mimbre, dentro yacían dos pequeños gorriones muertos y unas tijeras ensangrentadas.

Aquel mismo verano, Victor fue ingresado en un centro psiquiátrico, Le acusaron de haber matado a otro alumno del colegio mayor a la misma hora en la que en su ciudad estaba asesinando a su padre ciego con un martillo.

Me giré para dejar el volumen en su estante y al volverme Victor ya había desaparecido de mis pensamientos.
—–
III
¿Dónde estás mi amor?
Sin un beso de buenas noches él desaparecía por el umbral de la puerta de nuevo. Ella lo ignoraba como de costumbre, intentaba desesperadamente dormir.

Se encontraron la primera vez en la rue notre dame du pardon y pasaron la noche besándose en los jardines frente al café deux minutes, donde ella desayunaba cada mañana, sentados en un banco de color verde carruaje bajo la luz plateada de la luna. Mirándose ávidos de amor como si nunca después fueran a volverse a ver.

Y hablando, de todo y de nada. Hablando y besándose.

Y así otra noche más, y otra, y otra más. Y otra sin dejar jamás de besarse.

Luego él desaparecía de nuevo. ¿O era ella quien lo hacía?

– Marguerite… Marguerite Gautier.- dijo Armand en un hilo de voz, antes de perderse en las sombras de la noche invernal.


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