Revista Psicología

Una lucecita roja

Por Rms @roxymusic8

Hace poco me encontraba de vuelta a casa. Lo hacía en autobús de noche. Doce horas de trayecto. Volvía tras disfrutar de unos días de vacaciones con personas que considero familia. Algo sucedió durante esos días que hizo que me costara irme de allí y necesitara seguir en compañía. La foto que he elegido para este escrito es motivo de la reflexión que quiero compartiros este último día del año dos mil veintidós... y que me ha acompañado cada día hasta hoy. ¿Sabéis qué es? Apenas se distingue una luz de vela roja... Es una capilla a oscuras donde está presente Jesús, por eso la lucecita roja. ¿Y por qué esta foto? Porque me acompañó las doce horas de viaje y provocó un pensamiento además de toda una vivencia. ¿Cómo? Gracias a Internet y al famoso Zoom pude conectarme a esta capilla y estar acompañada gracias al pequeño gran detalle que tuvo una de esas personas conmigo. Soy consciente de las veces que estoy escribiendo la palabra compañía, lo hago a propósito porque de eso se trata esta reflexión.

¿Quién puede ser siempre compañia? ¿Quién puede estar siempre a nuestro lado? Sólo se me ocurre una persona... y tiene que ver con esta lucecita roja. Cuando tenía dieciséis años me encontré con esta misma lucecita roja, pero en otro país y recuerdo que no me dejó indiferente. Estaba en una casa y tenía curiosidad de ver qué había al otro lado porque muchas personas pasaban por ahí, entraban y salían diciendo que era para saludar. Yo me preguntaba a quién saludarían y abrí la puerta para acabar con el misterio. Lo que vi fue una luz de vela encendida. Eso era, no una luz roja, pero al estar envuelta en plástico rojo daba esa impresión. No logré entender nada en ese momento, pero pasados unos años acabaría entendiendo y más que entender, acabaría viviendo de otra manera. Ahora la misteriosa estoy siendo yo al dar tanto rodeo hasta meterme en harina, ¿verdad? Quiero ir introduciendo poco a poco lo que quiero decir. Es importante. Ayer escuché hablar sobre la esperanza en nuestras vidas. Precisamente es a la que tiendo cuando suceden cosas de calado a mi alrededor o incluso en mi vida y a la que nunca quiero dejar de acoger en mi vida. Pero es duro a veces. ¡En la vida acontecen tantas cosas!

Repasaba hace un rato lo que había acontecido en estos doce meses. Es curioso cómo, cuando miramos hacia atrás, vemos las cosas que nos han dolido o de las que no hemos tenido una buena experiencia. Nos cuesta más centrar nuestra mirada en las que han sido de bendición para nosotros o las que hemos vivido con una sonrisa en la cara. Y es que así ha sucedido hace unas horas en una programa de televisión española. El año dos mil veintidós se presentaba a través de una persona que iba relatando lo que ha sucedido tiempo atrás hasta hoy: resaltaba las guerras, los conflictos políticos, las muertes por violencia, las enfermedades, los problemas económicos, los fallecimientos de personalidades y un sinfín de cosas con ese tono desanimado, grave y que no invitaba a nada más que a compadecerse, sumirse en la más profunda de las tristezas y a no esperar nada de este nuevo año que viene. Algo dentro de mí siempre se rebela ante tal panorama. Lo he venido notando desde mi adolescencia cuando en casa escuchaba males de este tipo una y otra vez. Ahora entiendo de dónde venía ese rebelarme... y tiene que ver, de nuevo, con esa lucecita roja.

La vida, lo que es, es para todos igual. Sabemos lo que acontece en ella. Conocemos las cosas que la llenan. Y algunos entendemos (o estamos en camino) que hay una vida después de esta. Luego está la vivencia de esta vida que para cada uno es diferente. Pero la vida, lo que es, es igual para todos. Quizás te estés preguntando lo que es para mí la vida o en general. Venga, pregunta. ¿Qué es la vida? Es un regalo. Y si lo quieres menos bucólico, es un tiempo que se te ha dado. En cualquiera de los dos casos: te la has encontrado sin buscarlo, pedirlo ni pensarlo. Y de repente te has encontrado con formas muy diferentes de aprovechar ese regalo y de emplear ese tiempo. Tantas como personas en el mundo. Qué caos. Y en algún momento de tu vida te das cuenta de que en medio de ese caos hay una lucecita roja que no te deja indiferente. Es más que una luz cuando por fin logras entender a quién representa y hace presente en muchas ocasiones. Y ya no te deja.

Mirando atrás veo momentos duros como fallecimientos de personas cercanas y que significaron mucho para mí, cambios en mi convivencia diaria, enfermedades y dificultades en personas que son familia, sufrimientos por las faltas de amor alrededor y no tan afuera, dolores del mundo por la guerra y el conflicto político... También puedo ver una vocación aterrizada, una nueva misión, nacimientos de familiares, alegrías por conseguir objetivos... ¡La vida! Es mucha vida para uno solo y para vivirla uno solo. Qué descanso poder tener con quién compartirla. Con quién hablar sobre ella. Con quién encontrar una nueva forma de enfocar. Qué alegría saber que tenemos una compañía que precisamente por esa compañía vamos conociendo y entendiendo más sobre nosotros mismos y sobre ella. Qué garantía poder vivir esta vida con quien conoce lo importante y te revela la verdad de las cosas. ¿Quién es ese "quién"? Lo he mencionado al principio: Jesús. No vengo aquí a decirte que con él desaparecen las cosas que la vida trae consigo, concretamente las injusticias y males. No. Tu vida y la mía es igual: un regalo y un tiempo que se nos ha dado. Tampoco quiero convencerte de nada ni que creas que con él todo te va a ir bien. No. Tu vida como la mía va a ir como tenga que ir según lo que decidamos hacer con nuestro tiempo y lo que las circunstancias de nuestro alrededor nos provoquen hacer.

Pero, sí, no te negaré que con él nunca más vas a estar solo en esta vida. No sé si en el fondo de nuestro corazón, el de todos, hay un miedo a la soledad. Hablo de soledad versus seguridad. Incluso si a uno le gusta estar solo puede que no sea suficiente en un momento de su vida porque no lo tiene todo, ni sabe todo ni conoce todo, es limitado ante las cosas que acontecen en la vida. Piénsalo. ¿Cuántas veces te has encontrado sin saber qué hacer, a dónde ir, qué decisión tomar, a quién acudir? Recuerda las veces en las que estando con quien piensas que es una compañía para ti no era suficiente. Hay en ti y en mí algo que no llena este mundo. Una parte de nosotros que no conecta totalmente con la realidad que vivimos. La verdad es que Jesús nos rescata de todo lo que humanamente nos hiere o hace sufrir (toda nuestra limitación humana): pone luz a lo que no entendemos, abre un horizonte que apenas vemos, llena de esperanza lo que para nosotros está muerto, da sentido a cada cosa que vivimos (y a la que nos hemos quedado sin vivir), está fielmente contigo y conmigo en cada momento, da paz a nuestro corazón herido e indefenso, acepta, acoge y quiere cada parte de nosotros, nos quiere totalmente sin condiciones. Quizá estés pensando en un amigo, pero Jesús es más que un amigo, no lo quiero reducir a razón de amistad. No, él es la vida misma. La verdad de las cosas. El camino de nuestra libertad. ¿Con quién vivimos nuestra vida? ¿Quién nos muestra la verdad? ¿Con quién caminamos?

Cuando miro atrás y repaso este 2022 veo a muchas personas y estoy agradecida por su compañía. Pero, aun sabiendo que la gente alegra mi corazón y me llena muchas veces, es Jesús quien agrada a mi corazón (herido, dolido, roto, indefenso, apagado, rechazado, indigno, dudoso, desesperanzado) de forma permanente para poder vivir esta vida. ¡Hay una gran diferencia! Te invito a hacer la prueba. Él siempre está. Está conmigo. Y contigo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog