Revista África

Una lucha continental

Por Jorge Luis Rodríguez González
Los movimientos independentistas africanos comprendieron que su lucha debía salirse de las fronteras nacionales. El imperialismo: el enemigo común. Desde el triunfo de su Revolución, Cuba pone su humanismo en función del futuro de sus hermanos del otro lado del Atlántico
2010 es un año especial para África, pues marca el cincuentenario de su proceso de descolonización. Aunque entre 1952 y 1956 Egipto, Libia, Túnez y Marruecos obtuvieron su independencia, y desde 1954 los argelinos peleaban contra la metrópoli francesa, 1960 fue reconocido por la ONU como el Año de la Descolonización de África, pues a partir de entonces se insuflaron con mucha más pujanza los movimientos nacionalistas.
En medio de la tensa guerra fría, un total de 17 países de los 54 del continente alcanzaron su independencia ese año. Atrás comenzó a quedar el ignominioso pasado colonial, que se inició con la Conferencia de Berlín, celebrada en la capital alemana entre noviembre de 1884 y febrero de 1885, cuando las potencias imperialistas definieron sus zonas de influencia y se repartieron esa gran región, tan rica en recursos naturales y humanos.
No obstante, desde su llegada a esas tierras, el colonizador blanco encontró a un pueblo resistente que luchó por no doblegarse ante el yugo, como ocurrió, por ejemplo, en Argelia, Sierra Leona, Sudán Occidental, Sudáfrica y Tanganica, entre otros.
Con el debilitamiento del sistema colonial tras la Segunda Guerra Mundial, el referente del socialismo de la extinta URSS, y el cada vez mayor expolio de los recursos naturales, los movimientos independistas africanos comenzaron a ganar en organización. Así, los primeros países que obtuvieron su independencia fueron del Norte, y lo hicieron entre 1952 y 1956: Egipto, Libia, Túnez y Marruecos. En 1954 comenzó la revolución argelina, uno de los más violentos procesos emancipatorios en el continente, que quebrantó a una poderosa Francia.
No fue hasta 1957 que un país del África Subsahariana, Ghana, logró su independencia, convirtiéndose en la voz del nacionalismo africano. También, en 1958, el Partido Democrático Guineano, de Sékou Touré, se negó a integrarse a la Comunidad francesa —una especie de autonomía propuesta por París a sus colonias— y declaró la independencia de Guinea.
La idea de la liberación comenzó a estallar en toda la región como pólvora, y partir de 1960, Congo Belga (República Democrática del Congo), Camerún, Togo, Malí, Senegal, Madagascar, Somalia, Dahomey (Benin), Níger, Alto Volta (Burkina Faso), Costa de Marfil, Chad, República Centroafricana, Congo-Brazaville (República del Congo), Gabón, Nigeria y Mauritania rompieron sus cadenas con las metrópolis.
La reacia oposición de las autoridades coloniales a la idea de la libertad solo tuvo como respuesta la rebeldía de los movimientos nacionalistas, por lo que algunas potencias prefirieron ceder a los pedidos de sus enclaves coloniales, pues calcularon de manera muy inteligente, que de esa forma mantendrían cierta influencia política y económica sobre los nuevos estados.
Pero en aquellos países donde la negociación política no funcionó, la solución fue la lucha armada, como ocurrió en los casos de las colonias portuguesas Angola, Cabo Verde, Guinea Bissau y Mozambique, que se independizaron entre 1974 y 1975, luego de varios años de violenta guerra.
Gran parte del éxito de las gestas africanas se debe a la emergencia de líderes que dotaron a sus movimientos de un programa político y una autoridad moral, que les ganaron el apoyo de las masas. Entre ellos debe recordarse a Gamal Abner Nasser (Egipto); Kwame Nkrumah (Ghana); Sékou Touré (Guinea), Amílcar Cabral (Guinea Bissau), Patricio Lumumba (Congo Belga) y Julius K. Nyerere (Tanzania).
La Conferencia de Bandung, celebrada en 1955, fue un gran impulso al proceso de descolonización. En esa reunión los estados asiáticos y africanos participantes buscaron favorecer la cooperación económica entre ambos continentes, así como el apoyo al resto de las naciones que luchaban contra el colonialismo y el neocolonialismo de las antiguas metrópolis y de Estados Unidos —una nación que aunque no tuvo enclaves coloniales en África, siempre se opuso a su emancipación del continente y apoyó la creación de gobierno títeres, como el del Zaire. En la Conferencia también hubo una unánime condena al sistema racista del apartheid.
Los líderes antiimperialistas del continente comprendieron rápidamente que la lucha no acababa con la independencia dentro de las fronteras. El propio Lumumba estaba convencido de que la liberación del Congo marcaba «un paso decisivo hacia la liberación de todo el continente africano».
También existía la convicción sobre la necesidad de llevar a cabo una revolución social e impulsar la unión de todos los estados africanos. Una vez que su nación fue independiente, el ghanés Kwame Nkrumah, uno de los principales exponentes de esta línea de pensamiento, se planteó entre las necesidades más urgentes la abolición de la pobreza, el analfabetismo y la mejora del sistema de salud, entre otros males sociales que habían aquejado históricamente a África y otros países subdesarrollados. Y llegó mucho más lejos cuando planteó como única vía para cumplir con el compromiso contraído con el pueblo, la puesta en práctica de la experiencia socialista, pues la propiedad pública sobre los medios de producción y el control sobre la tierra y los recursos, permitirían fiscalizar los ingresos y ponerlos en función de la satisfacción de las necesidades de su pueblo, reconocía.
Por su parte, el guineano Ahmed Sékou Touré estaba claro de la naturaleza de su movimiento, cuando estableció la interdependencia entre dignidad y libertad. En función de una revolución que irradiara en todo el continente, este líder ofreció su retaguardia para el movimiento guerrillero en Guinea Bissau.
En su capital, Conakry, Amílcar Cabral y otros importantes líderes del Partido Africano para la Independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde (PAIGC) —el movimiento independentista más fuerte de las colonias portuguesas y uno de los más hábiles para garantizar la unidad nacionalista y establecer estructuras políticas en zonas liberadas—, encontraron lo que pudiera considerarse su cuartel general. Fue precisamente en esa urbe donde Cabral se reunió con el Che, y estableció su primer vínculo con la Revolución Cubana, que garantizó el inicio de la ayuda de la Mayor de las Antillas a la contienda del PAIGC.
Este movimiento había iniciado la lucha armada en 1963 después de tres años de intenso trabajo político del país, y dos años después controlaban la tercera parte de Guinea Bissau, representando un fuerte desafío para los 20 000 soldados portugueses. Amílcar Cabral, fue un gran comandante de guerra, lo cual no solo le ganó el respeto de los independistas, sino también de los efectivos de la metrópoli.
A medida que las naciones africanas fueron conquistando su independencia emergieron como Estados con voz y voto en los diferentes foros internacionales y multilaterales, donde han patentizado su anticolonialismo y su condena a la injerencia de Occidente en los asuntos internos de los países del Sur.
La mano amiga de Cuba
Aunque Cuba no participó en estos procesos emancipatorios, desde los primeros días de su Revolución brindó respaldo político a todo país del continente que luchara por su independencia o por la conservación de esta.
La voz de la Mayor de las Antillas retumbó en las Cumbres de Países No Alineados, la ONU, y otros foros internacionales para condenar el colonialismo y el régimen del Apartheid en Sudáfrica y sus ansias hegemónicas en la región austral del continente, especialmente en Rhodesia (hoy Zimbabwe) y Namibia.
A pesar de las presiones y el cerco económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos desde 1959, nuestro país no ha abandonado a África. A partir de 1960 comenzaron a llegar a la Isla becarios de la República de Guinea, para estudiar en la Universidad o institutos técnicos, sin gasto alguno para ellos. Luego arribaron del Congo Brazzaville (actualmente República del Congo) y Mali.
A fines de 1961 Cuba envió su primera ayuda militar a África. Desde el puerto de La Habana, zarpó el buque Bahía de Nipe, con unos 1 500 rifles, más de 30 ametralladoras, cuatro morteros, entre otros aditamentos bélicos, destinados al Frente de Liberación Nacional de Argelia, sin costo alguno.
Un año después el propio Fidel, al inaugurar el Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón, donde se formarían los nuevos profesionales de la salud bajo una concepción social y humana de la medicina que tanto necesitaba Cuba, hizo un llamado a brindar ayuda médica a Argelia libre del colonialismo francés. La mayoría de sus médicos eran franceses y habían emigrado a Europa luego de la independencia. El 23 de mayo de 1963, el primer contingente de 55 profesionales de la salud, conformado por 29 médicos, tres odontólogos, 15 enfermeros, y ocho técnicos medios, salió hacia ese país del Norte de África, donde ocuparon sus puestos en seis ciudades, incluidas la capital, Argel.
En ese año, Marruecos, intentó apoderarse de zonas de esa nación recién liberada, con el apoyo escurridizo de Estados Unidos, que brindaba armamentos y dólares al rey Hassan, con el objetivo de convertir a la monarquía alaui en un fortín contra la revolución argelina y el presidente Ben Bella, cuyo pensamiento era progresista y en plena Asamblea de constitución de la Organización de la Unión Africana (OUA) electrizó a los presentes en Addis Abeba con su llamado a la lucha de liberación de todo el continente. Ante la amenaza marroquí Cuba no vaciló para enviar una ayuda militar compuesta básicamente de tanques, antiaéreas y soldados. También aquí recibieron entrenamiento militar miembros del Partido Nacionalista de Zanzíbar que participaron en la revolución de ese país.
También, después del asesinato del primer ministro del Congo Belga (hoy República Democrática del Congo), Patricio Lumumba, por orden de la CIA y el gobierno estadounidense, un pequeño grupo de combatientes cubanos, dirigidos por el Che, llegó a ese país de África Central, con el objetivo de instruir y fortalecer el movimiento de liberación y lograr un frente único contra el trío Kasavubu-Tshombe-Mobutu. La idea del Guerrillero Heroico no era solo la de lanzar una lucha dentro de las fronteras congolesas, sino propagar la llama de la emancipación hacia todo el continente, hacer una guerra «contra el amo común, omnipresente tanto en Mozambique, como en Malawi, Rhodesia, Sudáfrica, Congo o Angola».
El Partido Africano de Independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde (PAIGC), catalogado como el movimiento guerrillero más fuerte de las colonias portuguesas, también contó con la mano solidaria de Cuba. El vínculo de este movimiento con la Isla llegó a través del encuentro del Che con Amílcar Cabral, jefe de ese grupo en enero de 1965, en Guinea, país que sirvió de retaguardia para esa revolución.
Posteriormente Cabral sostuvo un encuentro con Fidel en La Habana, en el cual quedó ratificado el compromiso de nuestro país con el PAIGC. Estudiantes caboverdianos vinieron a estudiar a Cuba, y les enviamos especialistas en artillerías y médicos. Nuestros hombres fueron los únicos extranjeros que combatieron junto al PAIGC.
La rápida respuesta de Cuba y su victoria en Angola impidieron que esa hermana nación cayera en manos de un gobierno títere del imperialismo y del apartheid, encabezado por el FNLA o la UNITA. Pero la guerra sucia y no declarada contra el gobierno de Agostinho Neto impidió a las fuerzas internacionalistas volver a casa, por lo que retrasaron su regreso para preservar la integridad territorial de Angola ante las agresiones del exterior, y darle instrucción a las FAPLA.
De esa guerra aún están vivos los tristes recuerdos de las barbaries y masacres cometidas por las tropas racistas. Lo que en la mañana del 4 de febrero de 1978 era una comunidad de más de 3 068 personas, quedó en cenizas y escombros luego de los indiscriminados bombardeos de las fuerzas de Pretoria sobre el campamento de refugiados namibios en Cassinga. Casi la mitad de los 600 niños que había allí fueron exterminados por la metralla y los bayonetazos.
Los soldados cubanos, emplazados en Chamutete (15 kilómetros al sur), desafiaron los campos minados y la potente aviación sudafricana, para aproximarse al campamento, ante lo cual los racistas decidieron retirarse. Así, nuestros efectivos pudieron salvar la vida de muchos heridos. La mayoría de los infantes sobrevivientes fueron traídos a Cuba para estudiar en una escuela para la SWAPO que se fundó en la Isla de la Juventud.
La batalla de Cuito Cuanavale (15 de noviembre de 1987 - 23 de marzo de 1988), planificada por Fidel desde La Habana, dio un vuelco a la historia de África, pues desarticuló el poder de la dictadura blanca en la región austral. Las fuerzas del apartheid tuvieron que abandonar el territorio angoleño, permitiendo la liberación definitiva y el disfrute de la paz, e impulsó la independencia de Namibia, y el fin del régimen segregacionista en Sudáfrica.
Sin condicionamientos
La presencia militar cubana en África estuvo acompañada por programas de asistencia técnica. Miles de nuestros internacionalistas, principalmente médicos, maestros y técnicos e ingenieros de la construcción prestaron sus servicios en naciones como Argelia, Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea Bissau, Etiopía, Tanzania, Burkina Fasso y Benin, entro otros. Nuestros médicos llegaron hasta los campos de refugiados saharauis en Tindouf (suroeste de Argelia).
En toda la historia de la cooperación de Cuba en África ha estado basada en la paz y la búsqueda de la prosperidad, y sin ánimos de lucro y desvinculada de cualquier condicionamiento político e ideológico. Entre las áreas prioritarias se encuentran la atención integral de la salud en los niveles primario y secundario, la asistencia técnica, la formación de recursos humanos, el desarrollo de los programas de salud y la gerencia de los de medicamentos.
La Mayor de las Antillas es uno de los Estados que más sensibilidad ha mostrado en la lucha para que África alcance las Metas del Milenio. Entre estos objetivos se encuentran el logro de la enseñanza primaria universal, reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años, mejorar la salud materna, y combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
Según algunos reportes recogidos en la página web de la Cancillería cubana, hasta este año se contabilizan 252 médicos sudafricanos graduados en Cuba. También hoy estudian aquí 433 angolanos, y para el próximo curso escolar se prevé entregar 190 becas de diferentes especialidades, cien de ellas para Ciencias Médicas y 40 para carreras pedagógicas.
Desde 1961 y hasta la fecha hemos formado 8 148 jóvenes de ese Estado, 1 833 de nivel superior.
En cuanto a la educación, Guinea Bissau prevé eliminar el analfabetismo —que afecta a más de la mitad de los 1,5 millones de sus habitantes— en 2015, con la aplicación del programa cubano «Yo, sí puedo», que funciona en tres regiones de ese país con una matrícula de 1 646 y un acumulado de 1 943 alfabetizados.
En Mali, la construcción del Centro Oftalmológico Ernesto Che Guevara, que comenzó en 2008 ya está prácticamente a un 97 por ciento de su ejecución. Desde septiembre de 2009 hasta la fecha han sido diagnosticados más de 12 000 pacientes, de ellos 3 000 requieren de tratamiento quirúrgico por padecer de la enfermedad de catarata.
Son solo algunos ejemplos del amor cubano que hoy echa raíces en cada rincón de las tierras africanas.
La celebración del XVII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Sudáfrica, a fines de este año, será un espaldarazo a este continente que hoy busca consolidar su verdadera independencia… y una satisfacción para la pequeña Isla que no deja de apostar al bienestar de sus hermanos al otro lado del Atlántico.

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