Estoy triste y me cuesta levantar cabeza… Ha sido una semana muy rara y no sé si contarla por orden cronológico o de más a menos tristeza, creo que va a ser lo segundo porque tengo la semana tan desordenada en mi cabeza que mejor vamos por orden de penas (ojo, podría haber sido peor).
El jueves por la mañana me meten en el despacho del director, con Recursos Humanos y los directivos actuales. Justo antes habían metido a mi jefe e intuí que hablaban de mi futuro laboral. Aclaratoria: da la casualidad que trabajamos justo al lado de ese despacho y que es un despacho dentro del nuestro acristalado, por lo que ves las cosas que pasan dentro, pero no lo oyes.
Nada más entrar me preguntan por mí nivel de inglés, les digo la verdad, no se me da mal, pero necesito más detalles para poder ser más clara. Y me cuentan la situación: una compañera que lleva un departamento que habla principalmente en inglés avisó el miércoles de que el viernes era su último día. Así que necesitaban a alguien que ya sabía gestionar gran parte del trabajo quitando las particularidades de cada uno y, además, tuviera un buen nivel de inglés. Les fui sincera y les dije que yo no era la persona que buscaban.
Y me dijeron que si no era yo, era la persona que me estaba sustituyendo, por lo que tendría que volver a mi horario infernal. Tenían que tomar la decisión hoy, así que iban a pensar si se les ocurría alguien más, pero que no era lo más probable.
Y así, después de comer, avisaron a mi compañera de que se tenía que ir inmediatamente al otro departamento.
Es algo que me ha destrozado por dentro, creo que se nota mucho mi desgracia interior en el trabajo.
Este mismo día, diez minutos antes de esa reunión de marras, me llaman de la guardería que Bebé Fúturo está bastante malito y nos recomiendan que fuésemos a buscarle… Por suerte teníamos opción, pero era una espinita más al tenebroso día.
El viernes Bebé Fúturo no estaba mejor, incluso se negaba a comer. Así que ya después de cinco días aletargado nos encaminamos a urgencias a la salida del trabajo. ¡¡Otro virus más a la colección!! Estamos que lo tiramos por la ventana… Mi querido hijo ha decidido coleccionar todos los que pasan por la guardería y no escatimar en ellos, así que uno que encima le ha provocado un afta justo en la punta de la lengua y por la que no quería comer.
El lunes no me encontraba yo muy católica. Tuve bastante náuseas y ni pizca de hambre, así que sólo me tomé el té de media tarde que me suelo tomar. Las tripas se me revolvieron mucho, pero era soportable. Llegó la hora de mi salida y me fui a casa como pude, literalmente. Me mareaba de vez en cuando y parada en el bus me estaba dando muchísima ansiedad. Hasta me bajé una parada antes para dar un paseo antes de llegar al interurbano a ver si mejoraba. Me sentó muy bien y llegué justa para entrar al siguiente bus.
En el viaje, cómo iba sentada, de vez en cuando me daba como un escalofrío y me sentía mal, pero era algo soportable. Hasta que me tuve que bajar, fui capaz de dar unos pasos y al momento… Flush, saqué el té que me había tomado. Diez años sin vomitar y apenas alguna náusea puntual y ponemos la cuenta a cero. Llegué a casa y más o menos me encontraba, pude bañar a Bebé Fúturo.
Pero éste tampoco se encontraba al cien por cien, así que decidimos que los dos nos quedaríamos al día siguiente en casa. Pues no os quiero decir nada, pero no me sentí más impotente físicamente que el martes por la mañana casi en mi vida. Me daba miedo cambiar a Bebé Fúturo el pañal porque tenía miedo de que se me cayera. Tuve que hacer el esfuerzo y casi no lo consigo. Él estaba bastante activo y fue una tortura tener que atenderle porque yo no podía. No tenía fuerzas para nada… A punto estuve de avisar a mi marido para que saliera del trabajo a atendernos, faltó un tris.
Nos acabamos de levantar y acabo de verle a Bebé Fúturo unos puntitos rojos en la mejilla… Ya me estoy echando a temblar.