Esta preciosa mesita iba a cambiar de domicilio. Su dueña, Lucía, se mudaba, y quería que, en su nuevo hogar, presumiera de mejor aspecto.
Tenía muchas capas de pintura sintética y, para deshacernos de ella, era necesario usar decapante, sí o sí.... (horror). ¡Mirad el producto en plena "efervescencia"!
Y no sólo una vez, sino hasta dos le dimos, porque bajo el blanco, apareció un nuevo color..., un azul extraño que, con muchísimo acierto, había sido ocultado a conciencia.
Pero aún después de esas aplicaciones, había restos que se resistían. Lijadora en mano, seguimos deshaciéndonos de pintura....
..., hasta dejarla prácticamente desnudita.
Suele pasar que, al retirar todo el color, aparezcan los temidos bichitos... Y así fue. ¡No nos libramos de nada! Después de dos aplicaciones de producto específico, en medio de las cuales la mesa permaneció dentro de una bolsa hermética casi un mes, procedimos a tapar los agujeros con masilla. Hay que decir que, uno de los cajones se resistió al tratamiento, por lo que terminamos metiéndolo en el congelador de una de nuestras casas: ¡bichitos a nosotras!
Y, por fin, llegó la parte divertida y creativa. Lucía quería repetir con el blanco, pero, esta vez, a la tiza, cuya textura nos pareció que iba muy bien con la estética del mueble.
Después de tres manos, decapamos ligeramente por las zonas habituales de roce.
Este papel es, en realidad, un mantel del mismo material que una de nosotras se trajo de Nápoles, tras cenar en un restaurante donde los usaban para decorar sus mesas. El dueño tuvo la amabilidad de regalarnos uno sin estrenar. Ya en el taller, nos pareció perfecto para forrar los cajones.
¿A que queda precioso?
Ahora la mesa luce así.
Saneada, rejuvenecida...
..., y lista para marchar a su nuevo hogar...
..., donde Lucia, le sacará el mejor de los partidos.
Y, con este trabajo, nos despedimos por hoy... Esperamos que disfrutéis mucho del fin de semana. A nosotras nos apetece descansar, a ver si lo conseguimos...
¡Hasta el lunes!