No me gustan ni el desorden ni el caos.
La cama bien hecha
y el fregadero siempre vacío y seco.
Una mesa llena de papeles,
libros, tickets, etiquetas de ropa
y pedazos de a saber qué.
Ese pequeño espacio,
donde hacen equilibrio múltiples libros,
lo alimento y lo mantengo con mucho cariño.
Es mi orden dentro de mi desorden.
Por otra parte,
me gustan el desorden y el caos
en la risa, en las caricias y en las miradas.
Con todas acabas con hambre
de más.
En cambio,
dame orden en un abrazo,
que los abrazos dan serenidad.
El orden siempre facilita las cosas, pero, pensándolo bien, es necesario el desorden para valorar los instantes despeinados que nos regala la vida.