Nieva sin que lo blanco ocupe la palabra con la que nombramos lo blanco. Es una nieve a la que no se le da cuerpo, ni con la que la luz se dice no a sí misma y adquiere la desquiciada ocupación de la noche. Es la clausura de un deseo, su absoluta aniquilación, el vacío exacto que mide el peso de lo que no está todavía roto. El verano es el reverso de la nieve, una moneda imposible. El paisaje es un palimpsesto. La literatura es un tentativa de infinito.
