Hoy he visto una mujer llorando. Dicen mis amigos que todas las mujeres lloran, que es algo natural en ellas y que hay que acostumbrarse. Yo no lo sé de cierto. Lo que sí sé, es que yo lloro con ellas. No debería parecerme extraño verla así, enjuagando con el borde de sus manos la comisura de sus ojos, tratando de limpiar aquella lágrima que ya rodaba por el borde de su cara, pero algo en ella había, en esa mirada que no es triste y sin embargo llora, en esa mirada dulce que convocaba el agua.
Aquella mujer lloraba mientras sus manos, pasaban una a una las páginas de un libro.
Temí preguntarle por su tristeza, que soy de naturaleza tímida y dado a las fantasías.
» Disculpe señorita, ¿Por qué llora?
» Por un hombre
» ¿La ha tratado mal acaso?
» No a mi, sino a mi amiga, la de la página 44. Pero es como si el dolor me lo causara a mi.
» La entiendo. Siempre hay quienes maltratan a otros que son como uno aunque no son uno.
» ¿Usted cree?
» No sólo creer, señorita, que yo lo sé de cierto.
Pero nada de aquello dije, y nada de aquello dijo ella. Soy tímido, ya lo dije.
En cambio me quedé allí, sentado, viendo como sus manos se deslizaban suavemente acariciando las páginas de un libro.
Ella no me vio. Nunca alzó la mirada. Me consuelo pensando que tal vez algún día lea estas breves frases y descubra que yo lloro viendo a una mujer que llora viendo las páginas de un libro.