Revista Cultura y Ocio
Somaly Mam es una reconocida activista camboyana contra la prostitución y el tráfico infantil. Su mensaje: "No hay niñas que se dediquen a la protitución sino niñas prostituidas", refleja su propia vida que hoy traigo a estas páginas.
“Recordar mi propia historia me resulta demasiado doloroso, prefiero hablar del futuro que del pasado”. En sus palabras no hay espacio para la autocompasión, prefiere movilizar nuestra conciencia para cambiar el drama vital de las niñas y niños del mundo que sufren explotación sexual hoy, en el siglo XXI.
Para superar su propio drama vivido de niña, pronto se convierte en una gran activista contra la prostitución infantil para lo que funda en 1996 la asociación AFESIP, (Acción por las Mujeres en Situación Precaria). Desde 1997 preside la organización para erradicar la prostitución y el tráfico infantil ECPAT (Acabar con la Prostitución Infantil y el Tráfico de Menores). Fue elegida en 1999 Presidenta de la Confederación de Organizaciones de Mujeres de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático). En 2007 la Fundación Somaly Mam nace con la vision y el liderazgo de la activista camboyana.
Las cifras son escandalosas: más de dos millones de niñas en todo el mundo son obligadas a ejercer la prostitución cada día. La explotación sexual y el tráfico de personas son la esclavitud de nuestro tiempo, un negocio criminal cuyos beneficios se sitúan sólo por detrás del narcotráfico y del armamento.
Somaly Mam creció en los años de la “Kampuchea Democrática” del Gobierno extremista maoísta de Pol Pot. En esta época, entre 1975 y 1979, casi dos millones de camboyanos murieron víctimas de la represión de los Jemeres Rojos en lo que se conoce como el genocidio camboyano. Las condiciones de supervivencia para la población se endurecieron gravemente y en especial para las mujeres y los niños.
Por cierto, hace unas semanas comenzaron los juicios contra cuatro dirigentes de los Jemeres Rojos que aún viven: tres hombres y una mujer. Se enfrentan a acusaciones de crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, genocidio, asesinato, tortura y persecución por razones religiosas y de raza.
Somaly Mam, como muchas otras niñas, fue vendida como esclava en varias ocasiones y obligada a ejercer la prostitución como único medio para preservar su vida. Algunas de sus compañeras fueron asesinadas por no atender las exigencias de sus proxenetas y así, desde esa oscuridad, forjó la voluntad para romper con un destino que se ofrecía como el único posible.
A los 21 años, Somaly conoció a un cooperante francés, su actual pareja, que le ayudó a escapar de su situación, consiguió trabajó como matrona en un hospital de Camboya hasta que se trasladó a vivir dos años a Francia.
Había logrado poner cierta distancia con su pasado, pero no fue suficiente, no lograba olvidar la suerte de tantas otras mujeres y niñas explotadas, aún recordaba nítido el amargo sabor de la injusticia. En el trabajo social encontró una dedicación gratificante que le permitió en 1995 regresar a su país con una misión de la organización Médicos Sin Fronteras para la prevención del sida en los sectores de la población de más alto riesgo de Camboya.
AFESIP CAMBODIA ha acogido ya a más de 4.000 mujeres rescatadas de las redes de la esclavitud sexual, ha distribuido más de 450.000 preservativos para evitar las enfermedades de transmisión sexual y casi 27.000 hombres pertenecientes a la policía, militares, estudiantes y otros han seguido sesiones de información y prevención. Para desarrollar esta labor la organización emplea a más de 150 trabajadores sociales en Camboya y los países vecinos de Tailandia, Laos y Vietnam.
En un país donde el casi el 40% de la población vive en situación de pobreza, los centros de AFESIP hacen de la rehabilitación y la reintegración de las mujeres la medida del éxito de su proyecto. Les ofrecen una formación integral que puede alcanzar hasta tres años y que inician con lectura, escritura y cálculo. Completan su capacitación con talleres de peluquería, costura, manufacturas e idioma inglés, para facilitarles un oficio que las permitirá incluso fundar negocios propios en sus comunidades de origen. No obstante, la reinserción de las muchachas que son prostituidas es “profundamente difícil; tenemos mucha suerte si las familias las aceptan y si no, las llevamos a otros sitios donde no conozcan su historia”, nos explica Somaly.
Su vida entera, entregada a luchar contra este terrible flagelo que supone la prostitución infantil y la trata de seres humano, es un magnífico ejemplo de cómo ella transformo su terrible pasado en una acción positiva, solidaria y humanitaria.
Por ello, le he querido dedicar hoy esta entrada. Más información en la sección Mujeres de Periodismo Humano