Revista Política
Hay cosas en ésta
vida que son una prolongación de nuestra personalidad, como por ejemplo
nuestros coches y la higiene de los mismos. Con esto no quiero decir que haya
que ser un maniaco obsesivo de la limpieza. Pero, de tenerlo impoluto a poder
escribir “MI DUEÑO ES UN MARRANO”, hay un término medio.
Esa es otra, ¿por
qué la gente cuando ve la luna trasera de un coche con tres dedos de polvo no
se puede resistir a sacar el dedito y escribir la frasecita de rigor? Porque el
fondo es el mismo, solo cambian las formas en plan: “guarro, lávame”, “mi dueño
es un guarro”...
¡¿Y qué hace luego con
el dedito el que escribió la frase?! ¿Chupárselo? Así que si el dueño es un
guarro, el que escribe también. Quién sabe, quizás sea un sistema rudimentario
antirrobo del dueño del coche, porque los sucios, generalmente, no los roban. O
quizás sea un espanta enamorados que, pese a que les encantan dejar sus
mensajes de amor del tipo “te quiero” (demasiado visto) o “Pepe te amo”, las
babas no las sueltan en esos capos.
Ahora bien, como
de lo negativo hay que sacar cosas positivas, he llegado a la conclusión de que
los coches sucios (y sobre todo sus lunas) son lienzos en blanco ecológicos
para que practiquen los futuros artistas.
¿El culpable de esto? Scott Wade que con un pincel y agua es capaz de
liarte esto en el coche.
Que puedo decir…
pintoresco es, original también y peculiar por supuesto. Pero, si por
circunstancias de la vida aparco mi coche en una calle, ese día está sucio, y,
a la vuelta, ¡me encuentro esto! Se me queda la cara como un cubo de rubik y,
encima, ¡fijo que me multan!
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