Revista Educación

Una nariz pegada a un cristal

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Una nariz pegada a un cristal

Hay un edificio en un barrio precioso de una isla canaria en la que, si se hiciera un profundo análisis de ADN, es posible que se encontraran restos procedentes de mi nariz. Cada verano, con la felicidad de tener la posibilidad de pasar las vacaciones en el mundo rural, disfrutaba de la sombra de los árboles, de las frutas maduras, del aire fresco y de la visión de barrancos inolvidables en El Tablado, en Garafía (La Palma). Allí se erigía una escuela rural que yo nunca vi abierta, pero con la que mantenía mi propio ritual. Subía la cuesta y llegaba jadeante para pegar mi nariz sudorosa a uno de los ventanales y observar con emoción el interior. Allí estaban las mesas, las sillas, algunos juguetes, libros, todo en perfecto orden. Aquella escuela era tan diferente a la mía... Ese interior prometía libertad, frente a la geometría exacta de mi aburrido colegio de ciudad. Podía ver allí a los niños de todas las edades juntos y soñaba con esa hora del recreo en el que se podía disfrutar de la naturaleza con solo cruzar la puerta.

De adulta me pregunto cómo tiene que ser crecer yendo cada día al colegio mientras se observa el cambio de las estaciones, la transformación de las plantas, el crecimiento del mundo al mismo tiempo que el tuyo. Cada vez que oigo que un pueblo ha perdido una escuela rural me da un brinco al estómago. Por suerte, de vez en cuando, la esperanza se mantiene con aldeas que atraen a población joven y consiguen que se reúna el suficiente número de niños para reabrir las viejas escuelas. Y entonces pienso que los milagros existen y que no estamos perdidos del todo.

La escuela de El Tablado se reconvirtió en un albergue que, por desgracia, cerró. Me imagino esas paredes esperando, pacientes, a que de nuevo los niños les hablen e intenten dibujar en ellas, al tiempo que el aire se llena de las advertencias y enseñanzas de los profesores. O a que, al menos, lleguen otra vez las risas de jóvenes, con sus mochilas de caminantes, al refugio, de nuevo abierto, para quienes se acerquen a disfrutar de la belleza de Garafía.

Una nariz pegada a un cristal
Imagen de Imagen de Stephen Chantzis en Pixabay.


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