Revista Coaching

Una noche, buena

Por Mbbp
dic
24
2014 Escritor // Miguel Benavent de B.

UNA NOCHE, BUENA

Author Escrito por Miguel Benavent de B.   Comments Sin comentarios

Una noche, buena

No era una noche cualquiera. Era lo que los seres humanos llaman Noche Buena, al parecer la noche anterior del llamado día de Navidad. La luna era apenas visible, pues estaba empezando a crecer…

Era una noche fría, en la ciudad. Las calles y las plazas estaban iluminadas y por las callejuelas de adoquines que serpenteaban por el casco viejo milenario por donde él solía pasear, ya no transitaba nadie. El gato, con paso sigiloso, andaba por ellas en silencio y el vaho de su boca empañaba su vista en esa noche gélida, pues el invierno había llegado sin avisar… Con sus felinos ojos podía ver las iluminadas ventanas de las viviendas que reflejaban la calidez del hogar, donde al parecer sus habitantes celebraban esa fiesta familiar. Oía canciones y risas tras las ventanas, por doquier se respiraba felicidad!

Una vez más, como hacía cada noche, el gato se dirigió a su tejado favorito, donde se encontraba con su luna y compartía sus sueños por realizar. Mientras subía, pasó cerca del balcón de ella. Estaba lleno de bellas plantas que su amor cuidaba con esmero y de adornos, como mariposas, conchas y objetos de madera, que vestían sus paredes. Se asomó al ventanal y pudo verle recostada en el sillón con sus queridos niños, mientras reían y jugaban, después de cenar. Los vió felices y se quedó un rato con su morro pegado al frío vidrio de la ventana y mirando esa conmovedora escena familiar. El vidrio estaba frío, pero en su corazón sentía el calor de ese hogar ajeno… con sus luces de colores, un pequeño árbol de Navidad adornado con cintas de colores y con algo parecido a una estrella a lo alto. Las pequeñas luces de colores que adornaban el árbol se encendían y se apagaban…

Al pasar el rato, el gato cogió frío y decidió seguir su camino hacia su viejo tejado, que años antes había estado lleno de flores amarillas. Cuando llegó, se estiró como cada noche hacía y cerró sus ojos, para soñar. Y soñó en la amorosa escena que había visto a través de la ventana y se vió a sí mismo compartiendo esa felicidad familiar que nunca antes había sentido como suya, dormitando recostado en la mullida cama sobre la manta estampada que cubría los pies descalzos de ella y de sus amados niños. Y sonrió… al comprender por qué le llamaban Noche Buena a esa noche mágica como tantas otras!


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