Revista Cine
Una novela, tres películas: ( I ) 1934 The Postman Always Rings Twice
Publicado el 26 noviembre 2017 por Josep2010Para los amantes del cine negro y también para los lectores acérrimos de la novela negra mencionar el nombre de James M. Cain sin duda despierta buenos recuerdos. Según se dice trató de ganarse la vida como guionista de cine pero la industria de Hollywood de su época no supo intuir lo que podía llegar a escribir aquel joven apasionado de las letras que sin darse por vencido abandonó California y se largó a Baltimore a buscarse la vida y allí, alcanzada la madurez, publicó, a sus cuarenta y dos años, la que sería su primera novela: El cartero siempre llama dos veces que ya en 1934, su año de publicación, alcanzó un éxito crítico y comercial fuera de dudas.
Quizás fruto de su experiencia como guionista, Cain muestra en su novela un estilo alejado de florituras literarias sirviéndose de un lenguaje llano en el que no caben las ironías ni la retórica ni tampoco las densas y cuantiosas descripciones de lugares y personajes, haciendo gala de una precisión que para algunos puede resultar en parquedad pero que viene como anillo al dedo en una novela corta que, por su temática, significó una ruptura y una novedad en el género y así ha sido reconocida posteriormente.
En la novela negra, pariente y heredera de la detectivesca o policial con raíces en el siglo XIX, el contenido social usualmente giraba en torno a las aventuras de un detective, usualmente masculino, con carácter más o menos turbio, quizás alegal, complejo, que se afana en dilucidar alguna intriga o misterio. Autores como Dashiell Hammett o Raymond Chandler triunfaron en la novela negra mientras James M. Cain estaba en California y seguramente inspiraron a Cain para dar un paso adelante: en su ópera prima, Cain propone una trama en torno al crimen pasional en la que la intervención de la policía es casi anecdótica, una historia en la que los protagonistas no son, por así decirlo, profesionales del crimen.
En su novela Cain introduce con una fuerza inusitada la figura de la mujer en su función de impulsora decisiva de los acontecimientos que van a ocurrir, incluyendo los más letales, conduciendo al hombre a la senda de una fatalidad que no puede rehuir, preso de un enamoramiento lascivo que desde el primer encuentro cala en el protagonista hasta lo más profundo de su ser. Y digo protagonista porque la narración la cuenta la voz de Frank Chambers, un vagabundo de convicción, un tipo que gusta de la libertad del viaje sin ataduras, un saltimbanqui sentimental que acabará absolutamente abducido por las sensaciones que le causa la sensual Cora Smith, en mala hora casada con el griego Nick Papadakis, un buen hombre que gusta de cantar, beber y comer, amigo de sus amigos, amable con todos. Los personajes creados por Cain, todos ellos, principales y secundarios, se moverán bajo la influencia de la casualidad que de forma imperceptible pero constante acabará erigiéndose en luctuosa fatalidad.
Nadie diría que El cartero siempre llama dos veces es la primera novela de su autor; la novela corta no es desde luego un género menor, ni fácil tampoco, pues requiere precisión en el lenguaje y dominio del ritmo, so pena de dejarse en el tintero aspectos necesarios para su comprensión y el cuidado del lenguaje es obligatorio para poder transmitir la esencia de los personajes sin necesidad de explayarse en detalles: Cain demuestra en los diálogos una técnica depurada y será mediante las palabras de los protagonistas que conoceremos su forma de ser y de pensar y gracias a la habilidad del autor, sus actos y pensamientos nos conducirán en un camino de sucesos en buena parte imprevistos e imprevisibles incluso para aquellos personajes que los inician, pues así como la incerteza reviste el destino con fatalidad, bien es cierto que todo obedece a algún designio humano y únicamente el resultado proviene de factores inesperados pero no por ello imposibles ni faltos de lógica, con lo que la narrativa no se resiente en absoluto, logrando, al contrario, apresar la atención del lector.
En la trama, imagino que sobradamente conocida, Cain juega con los deseos carnales, las ansias de libertad, la codicia, el anhelo de un futuro mejor, todo ello aderezado de una fatalidad ominosa que parece predeterminar los actos que son tomados libremente por todos los implicados, del primero al último. Ese destino último que una vez conocido provoca el interrogante condicional, relativo a qué hubiese ocurrido si...., con un cierre que posiblemente el autor consideró beneficioso para apuntar una enseñanza moral que, en realidad, es ajena a todo el relato, inexcusablemente novedoso en su momento, rompedor y renovador, llevando la novela negra a unos postulados que ya no abandonaría.
Escrita en los años treinta -y quizás pergeñada lentamente a finales de los veinte- la novela de Cain apareció como un trueno en una sociedad estadounidense que poco a poco dejaba las alegrías de la carne para adoptar un puritanismo coartador de libertades, lo que propició que el contenido claramente sensual de algunos pasajes resultara obstáculo para su difusión en algunos estados y con toda seguridad a su adaptación a las pantallas de cine, que tardó bastante, siendo incluso adelantada una novela publicada dos años más tarde. De hecho, no fue en Hollywood donde el cine descubrió a James M. Cain. Lo veremos pronto.
De momento, recomiendo encarecidamente leer El cartero siempre llama dos veces. Un modelo de novela negra: un clásico imperdible.