Revista Opinión

¿Una nueva ETA en Cataluña?

Publicado el 18 octubre 2019 por Mike Sala @mikesala65

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¿Una nueva ETA en Cataluña? No será por falta de ganas de los independentistas.
Desde el momento en el que todos ellos se han unido para condenar en el parlamento catalán(algún cursi diría parlament)las detenciones de los CDR en posesión de material para fabricar explosivos y documentación, manuales sobre armado de bombas caseras y planos de edificios públicos, se han retratado en comandita al viejo estilo Herri Batasuna, cuando en los 80 criticaba arrestos y condenas deetarras, a quienes presentaban como héroes del pueblo vasco y “víctimas de la represión del estado español”.
Si hablamos de independentistas, nada cambia durante el paso del tiempo y las tácticas dialécticas siguen siendo invariablemente las mismas. Para quienes ya vamos contando algunos años, hay muchos aspectos de la propaganda de los indepes catalanes que nos recuerdan a la dialéctica de aquellos históricos indeseables que, de un modo más tácito o más directo, trataban de blanquear los asesinatos, las extorsiones, los secuestros y las persecuciones que ETA, Herri Batasuna y el entorno civil que apoyaba al crimen ejercían sobre la población vasca que no se identificara con el ideario criminal.
Al igual que en la Cataluña de los 90 y los 2000, el independentismo vasco tenía dos vertientes paralelas. Una la que estaba por el crimen en cualquiera de sus formas. Otra, la de traje y corbata, encarnada por el Partido Nacionalista Vasco y algunos elementos del Partido Socialista de Euskadi a los que no parecía doler demasiado los asesinatos de sus compañeros a manos de ETA. Y tras ambas ramas políticas de la operación del blanqueo de ETA funcionaba como amalgama esa parte nacionalista de la iglesia católica vasca que no se decantaba públicamente por el terrorismo, como sí hacían tantos curas de chapela que hasta se negaban a oficiar por las víctimas de ETA.
Toda esta tragedia que unos pocos tenemos aún bien presente pero que muchos han preferido olvidar y no pocos incluso negar que haya existido, tiene un reflejo muy similar en Cataluña.
Hasta no hace mucho tiempo, el independentismo catalán se dividía en dos corrientes principales, y también paralelas como en el caso vasco. Una estaba formada por los que jugaban al nacionalismo “blando y dialogante” porque eran muy conscientes de que una Cataluña rebelde pero parásitay unida al resto de España les convenía mucho más, porque desde sus puestos en el poder autonómico y en la avanzadilla en Madrid conocida como el “lobby catalán”, manejaban una situación privilegiada para mantener sus privilegios, sus negocios y sus operaciones destinadas al robo de recursos públicos. Otra, conformada por los independentistas más radicales, quienes nunca ocultaban sus ideales secesionistas, y en la que se fueron integrando los terroristas de una mini ETA catalana llamada Terra Lliure, menos activa que la vasca, pero también con sangre en sus manos.
En la actualidad apenas hay diferencias entre ambas tendencias. Tanto la que fue nacionalista, con el impresentable Jordi Pujol a la cabeza, cuyo partido acabó desapareciendo ahogado entre innumerables casos de corrupción de Pujol, de su entorno familiar y de su extenso equipo de intrigantes y ladrones, y desde hace unos pocos años reconvertida a un abierto independentismo liderado por fracasados como Artur Mas y Puigdemont, como la línea dura del independentismo, con una Esquerra Republicana de Cataluña a la cabeza mediática que agrupa a una extraña manada parlamentaria compuesta por los violentos CDR, y un polícromo grupo de indepes que juegan al despiste, cuyo mejor ejemplo es Ada Colau y su tribu de antisistemas con sueldos anuales de cuatro y cinco ceros.
¿Una nueva ETA en Cataluña?Todos ellos conforman ahora un extraño frente independentista, internamente muy dividido sobre todo por intereses personales y deseos de liderazgo encontrados, uno de cuyos referentes mediáticos es el supremacista Quim Torra; un tipo ciertamente poco agraciado que, sin embargo, se ve a sí mismo y a los suyos como elementos representantes de una raza genéticamente superior. Torra no es más que el mayordomo en España del ridículo y con cara de alelado Puigdemont; pretendido mesías del independentismo catalán que, queriendo ser un Moisés que liberara a su pueblo del yugo españolista, acabó como caganer en el belén del independentismo, en el que hay profusión de asnos con lazo amarillo y bueyes con estelada que no distinguen un árbol de una pared.
Y en semejante caldo de cultivo tenía que suceder lo que contemplamos en estos días. Los CDR, o “comités de defensa de la república (catalana)” llevan tiempo asistiendo a un espectáculo que no les gusta. Se habla mucho de independencia, pero los líderes indepes siguen en prisión, Cataluña sigue siendo parte de España por mucho que ciertos mediocres aseguren que es un “país”, la independencia que iba a llegar hace años no llega, y esa parte del independentismo ”burgués” que tanto les disgusta parece haberse acomodado en su papel victimista de “represaliados” que bienviven del presupuesto público. Así que para estos anormales de los CDR, que antes agredían arrojando excrementos, ha llegado el momento de poner bombas.
La Guardia Civil -quién si no- ha detenido a doce de ellos que ya estaban en posesión de material necesario para fabricar explosivos de baja y media potencia. Y casi de inmediato a este hecho, el independentismo en pleno del parlamento catalán ha defendido a los detenidos y ha puesto en marcha una campaña de satanización de las fuerzas de seguridad del Estado, presentándolas como represoras y colocando en primer plano como víctimas a los detenidos.
¿Estamos asistiendo al nacimiento de una nueva ETA catalana? Bien podría ser, porque se dan las condiciones idóneas para ello. Cosa aparte sería que esa nueva ETA, o NUEVA Terra Lliure si se prefiere, lograra sobrevivir. Todo dependería del apoyo que podría recibir de las instituciones catalanas en manos independentistas y del respaldo de esa parte del pueblo catalán que ya tiene asumido como real el falso y disparatado discurso de una Cataluña siempre víctima y esclava de España y a punto de desaparecer bajo la represión españolista. Un discurso que no triunfaba pasado, cuando muchos catalanes recordaban que su región, sus líderes, sus empresarios y sus medios de comunicación eran más franquistas que buena parte de España, exactamente como sucedía en las Vascongadas. Generaciones que han desaparecido con el paso del tiempo y que han cedido su lugar a otras, educadas bajo la influencia de una clase política amoral y aleccionadora que desde el sistema educativo, la radio y televisión autonómicas y la prensa afín, les ha inculcado un sentimiento de nación sojuzgada absolutamente contrario a la realidad. Exactamente igual que en las Vascongadas. Y como en las Vascongadas, la iglesia católica local ya ha demostrado bien a las claras que está más dispuesta a sostener al independentismo, igual que hasta hace semanas justificó y hasta negó los casos de pederastia perpetrados por su clero. Y si para eso, para que nadie dude que los curas catalanes son indepes en su mayoría, uno de sus obispos tiene que permitir que un grupo de anormales, pretendidos actores, ofrezca una representación en el altar de una iglesia de su diócesis, pues lo permite.
¿No es todo esto un perfecto reflejo de las Vascongadas de los 70 y los 80? Existen algunas diferencias, pero la estructura es la misma. Independentismo, partidos políticos con un objetivo común y un total desprecio por el imperio de la ley, una indiferencia total por las fatales consecuencias que Cataluña ya sufre, un apoyo de la iglesia católica no condenado por el Vaticano, una generación de descerebrados a los que planificar y ejecutar atentados les atrae y les parece justificable, un adoctrinamiento opresivo que enfrenta a los propios catalanes, y una escalofriante voluntad de implantar un ideario tiránico que no respeta ni uno solo de los sectores de una sociedad a la que se pretende estrangular en aras de una “nación” de ciencia ficción. Todo ello idéntico a los postulados marxistas que ETA promulgaba en sus tiempos de terrorismo y clandestinidad.
Y si a alguien este argumento le parece una exageración, tan sólo tiene que calcular el porcentaje de políticos que condenaron ayer el arresto de los CDR, bien con votos a favor o bien por abstención, y comprobará que no son una minoría precisamente.


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