Revista Comunicación

Una nueva forma de organizar al mundo (Primera Parte)

Publicado el 03 mayo 2015 por Nfrancisco @nfranciscoOK

Frente al declive que sufre la actual forma de organizar el mundo, se abre un nuevo paradigma desde Latam.


Hola de nuevo! ¿Cómo arrancaron el año? Desde ya, gracias queridos lectores por seguir al blog, repasar los artículos anteriores y seguir al blog. Y para arrancar este 2015, les dejo la primera parte de un ensayo que redacté para el SABF (South American Business Forum), un evento organizado por una universidad de Buenos Aires.

El tema es la inclusión social, y el subtema, “potenciando latinoamérica”. Obviamente, mi enfoque está puesto desde la comunicación, pero el repaso histórico, político y económico también está presente.

Sin más, les comparto estas líneas y espero sus opiniones al respecto.


Estamos viviendo el comienzo de una era sin precedentes en la historia de la humanidad. Literalmente, la Sociedad de la Información nos está llevando por delante, en una etapa de crisis, entendida como momento de cambios, donde las lógicas de producción, recepción y significación cambiaron, y como parte de esta generación, tenemos que hacernos cargo de nuestro rol como actores activos de la trama social.

La crisis deviene de que cada vez se torna más inaceptable un sistema en el que las personas no puedan acceder a nada si no tocan dinero o una tarjeta de crédito. En el que todo tiene un precio, aún en los espacios sociales más reducidos, una lógica que deja a un lado los valores que son intrínsecos de los seres humanos que viven en comunidad, como la solidaridad, la honestidad, el respeto y la amistad, para dar rienda suelta a un egoísmo que supuestamente, favorece a toda la sociedad.

chica de bajos recursos sonriente

No se puede tener acceso a nada sin tocar dinero.

Pareciera una contradicción hablar de inclusión si se tiene en cuenta todo esto. En esta parte del globo se cansaron de que el Banco Mundial hable de números antes que de personas para referirse a la pobreza, un fenómeno aparentemente solucionable con una receta económica. Algo que obviamente, es un disparate, como la aceptación acrítica de que nuestras sociedades son sociedades de audiencias entendidas a partir de la lógica del consumo, sostenida en la naturalización de que el único orden posible es el del capitalismo de mercado.

En este sentido, el prestigioso escritor estadounidense Paul Auster fue muy claro al reconocer un fenómeno que se viene dando en Rusia, España, Estados Unidos, Paises Bajos, Brasil, Argentina y otras partes del globo: una declaración de los jóvenes diciéndoles a los adultos que el mundo no funciona, que está llegando a una situación insostenible y que debemos reinventar nuestras vidas.

Frente al declive que está sufriendo la actual forma de organizar el mundo, palpable en las crisis económicas de Argentina en 2001 y luego europea en 2008, se abre un nuevo paradigma respecto a cómo seguir, esta vez, con las energías puestas en un punto clave: la inclusión social. En este sentido, Latinoamérica fue pionera con gobiernos que la tienen como eje de sus políticas públicas,  consolidando así la idea de que un “nuevo capitalismo” es posible. Un modelo en el que se apuesta por un Estado que juega en el mercado de forma dinámica, volviendo difusos los límites entre lo público/estatal y lo privado.

 

Pensando en incluir

Cambiar las reglas del juego implicó un quiebre. Como dice el economista Edmund Fawcett, mientras que el liberalismo puede entenderse como “la fiesta del progreso”, la democracia opera como “la lista de invitados”. Y quien arma la lista, tiene el poder. Y cuando hay poder, hay conflicto de intereses.

 

Niño de afganistán sonriendo.

Dejar de hablar de estadísticas, para hablar de personas.

 

Nuestra forma de vivir ya no está regulada por la “mano invisible del mercado” que alguna vez concebió Adam Smith. Y el quiebre va más allá de lo económico. Se trata de una nueva perspectiva sobre el liberalismo, que de por sí no es inclusivo, pero que los países latinoamericanos demostraron que puede serlo. Según un informe de Americas Quarterly, varios países de la región muestran índices favorables de inclusión social. Entre ellos Uruguay, Argentina, Brasil y Perú, en los que se invierte alrededor del 10% del PBI en Programas Sociales. Pero curiosamente, en estos países se registraron los más bajos índices de participación ciudadana.

Partiendo del sentido común, se puede asociar la idea de que “participación” implica “consenso” o por lo menos un “sentido de apropiación” por parte del ciudadano del espacio público, como lugar de debate y construcción de la democracia. Y que si esto no ocurre, o sea, hay desconfianza, aparece la no-participación. Porque un ciudadano se siente incluído cuando participa activamente de los procesos políticos, sociales y económicos que se producen en su entorno, puede objetivarlos, analizarlos y opinar sobre ellos a través de la comprensión general y específica de los hechos, gracias a que tiene las herramientas y conocimientos para hacerlo.

En este sentido, los factores de socialización también ocupan un papel relevante. Desde los años 60’ se considera a América Latina como una región sub-desarrollada, en donde la educación es la solución y donde se le otorga a los medios de comunicación masiva la misión de “comunicar para el desarrollo”. Obviamente, esta es una perspectiva incompleta y vacía, que con la llegada de los estudios culturales en el campo de la comunicación a partir de los años 80′, se pudo ampliar.

 

Miradas al sur

¿Qué tenemos entonces? A la cultura, las personas, los medios y el Estado jugando en un gran marco que algunos autores llaman “liberalismo inclusivo”. Ahora bien, considerando estos elementos,

¿Es imprudente hablar de América Latina como una región que necesita reproducir los modelos de otros países para crecer?

¿No existen ya procesos de resignificación de las “recetas” que nos llegan de otros países u organismos internacionales, pensando en nuestro participar contexto?

 

Y ahora, una pregunta más para pensar entre todos:

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