Revista En Femenino
Se me pasan los días y no escribo. Se pasó el Carnaval y no he contado que los niños se vistieron de indios, aunque Marcos quería ir de vaquero "porque son los malos y tienen pistolas". Siempre va con los malos: en los juegos, en las películas... La fascinación del villano, supongo. Y dan igual mis intentos por mantenerles lejos de las armas de juguete. A él le gustan las pistolas y, si no tiene, le sirve igual un palo para pegar tiros.
Total, que se vistieron de indios, porque el tema del Carnaval en su colegio ha sido "el cine" y eso es tan amplio que nos valía casi cualquier disfraz. Carlos quería ir de palomita. De maíz, se entiende. Pero ante mi cara de pánico ("¿de palomita", pregunté, creo que incluso tartamudeé, porque veía misión imposible que mis escasas capacidades manuales fueran capaz de hacer un disfraz de palomita), él mismo se echó para atrás y decidió que mejor de indio, que teníamos los disfraces del año pasado y molan bastante. Así que allá se fueron los dos, con sus plumas y sus pinturas de guerra, a desfilar junto a princesas, superhéroes, piratas, soldados imperiales, algún vaquero, unos cuantos Harry Potter, un montón de minions, una claqueta y hasta una niña vestida de caja de palomitas. El caso es que, visto en el desfile, ya no parecía tan complicado el disfraz...
Tampoco he contado que le hicieron pruebas a mi suegro y que todo parece estar en orden, pese a la sensación de malestar que le ha dejado de regalo la quimio; ni que Rober ya está instalado del todo en su nueva oficina, pero sigue trabajando a destajo, con horarios imposibles y demasiada presión. Creo que le ha sentado bien el puente que nos hemos tomado aprovechando que los niños tenían un par de días no lectivos. Nos fuimos al campito de los abuelos, como lo llaman los niños, y aprovechamos estos días para poner en orden la casa, que llevaba cerrada todo el invierno. Cuando llegamos, la calefacción no funcionaba y estuvimos a punto de tener que volvernos, porque, con la casa a 10 grados, resultaba imposible quedarnos allí. Por suerte, al final se solucionó y pudimos caldear la casa. Ha sido un buen fin de semana, de mucho trabajo (recoger hojas, cortar el césped, limpiar la casa a fondo...), pero también de paseos por los alrededores, lecturas, buenas comidas... Hemos intentado enseñar a Marcos a montar en la bici de pedales, pero no parece aún preparado. En cambio, Carlos cada vez monta mejor y ya se va con su padre a hacer pequeños recorridos. Aseguran que en cuanto aguante Carlos, se irán en bici al pueblo a tomar el aperitivo.
Nos ha sentado bien a todos la escapada y esta semana es más corta, por lo que en cuanto nos demos cuenta estaremos a jueves. ¿Creías que iba a decir viernes? No, jueves. El jueves de esta semana es importante. Muy importante. Porque sale a la venta mi novela. Y estoy contenta y nerviosa, todo a la vez. Así que apunta el día: jueves 7 de marzo. Es importante. Aunque no me conozca nadie, aunque solo compren la novela mi familia y mis amigos. Es un primer paso, un sueño que se cumple, un camino que se abre, una nueva primera vez. A los cuarenta años, cuando ya parece que no quedan primeras veces. Pues resultan que aún quedan y son igual de emocionantes y de abrumadoras que todas las demás primeras veces de la vida.