Revista Educación

Una opinión no fundamentada sobre las vacunas

Por Siempreenmedio @Siempreblog

En una ocasión, hace algunos años, fui a mi enfermero de cabecera para que me pusiera el refuerzo de una de las vacunas que me correspondía. Con el estrés que llevaba encima ese día y mi falta de memoria, le solté que venía a vacunarme de la polio. “Imposible”, me respondió, “la polio está erradicada desde mitad del siglo XX en Europa”, me dijo. Mi rostro debió ser digno del de cualquier espectador que viera ‘Impacto TV’, una mezcla de extrañeza y sorpresa. Definitivamente, pensé, la cabeza se me había ido por completo. “¿No será del tétanos?”, me preguntó con cara de haber dado en el clavo. Esa tarde, nada más llegar a casa, busqué rápidamente qué era la polio para entender la magnitud del disparate que le había soltado a aquel sanitario.

Por esas incoherencias absolutamente incomprensibles de la vida (al menos para mí), que en España y en otros tantos países de nuestro entorno sea obligatorio vacunar a un perro para cumplir con la legalidad vigente y no a un niño es por lo que muchas veces me pregunto cómo es posible que nos denominemos sociedad desarrollada.

vacunarse

http://www.enfermerapediatricasevilla.es

Nos guste o no, vivimos en comunidad, nos relacionamos como seres humanos, necesitamos el contacto los unos con los otros y, para ello, es fundamental que adoptemos algunas medidas que nos mantengan como grupo aislados de enfermedades y otras amenazas biológicas.

Lo que muchos nos temíamos se confirmó lamentablemente el pasado sábado. El niño de Olot enfermo de difteria hace casi un mes no pudo superar las complicaciones de esta enfermedad casi erradicada en nuestro país desde hace tres décadas. Sus padres, del para mí incomprensible denominado grupo de los antivacunas, optaron por no procurarle esta protección a su hijo, debido, probablemente, a los aún no demostrados científicamente efectos secundarios.

No sé mucho sobre este asunto, trato de aplicar el sentido común; no pertenezco a la rama sanitaria ni científica, y en este blog hay quien sabe bastante más al respecto: mi compañera Bynzelman, que ha escrito sobre ello en este post titulado ‘Lo natural y las vacunas’ o en este otro, ‘Medicina sin engaños’, acerca del libro de mismo título del profesor de biotecnología y divulgador, J.M. Mulet.

Así que sentada en mi ignorancia científica no hago más que preguntarme cómo es posible que haya quienes prefieran volver a la época de las cavernas antes que beneficiarse de los avances científicos que a lo largo de las últimas décadas nos han permitido alargar no solo nuestra existencia, sino la calidad con la que vivimos.


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