Revista Literatura
¿Es la Justicia igual para todos? ¿Contamos con los mismos derechos y obligaciones? Hablemos de oportunidades perdidas... Partamos de una reflexión tan simple como aplastante: en pleno Siglo XXI no es lógico que la monarquía, tal y como se diseñó en su origen, siga vigente. Piénselo un instante. No es razonable que alguien por ser hijo de una determinada persona cuente con privilegios sociales y económicos, educativos, que cuente con capacidad de decisión sobre una colectividad, que ejerza la representación de todo un país. Eso se gana y se decide por muchos, y se llama Democracia. No hablemos de herencia, las herencias son otra cosa. Mi casa, mi coche o mi biblioteca, que son mías, compradas con mi dinero, producto de mi trabajo, sí es lógico que las disfruten en el futuro mis hijos, esposa o quien yo decida. Se tratan de bienes privados, adquiridos por mí, que no forman parte de la colectividad. Pongamos dos ejemplos muy básicos. Imagínese que su hijo, por el simple hecho de ser su hijo, disfruta en el futuro del puesto de trabajo que usted ocupa en la actualidad. Ojalá, pero no sería justo, tampoco lógico. O, imagínese que es presidente de la comunidad de vecinos de su bloque y que su hijo, en el futuro, sin tener en cuenta la opinión de los vecinos, sin consultar a nadie, se convierte en el presidente de la comunidad de vecinos. Dos ejemplos irrisorios e inimaginables, ya lo creo, pueriles, indiscutiblemente, pues trasládelos a la monarquía y tal vez encuentre similitudes. Pero hoy no quiero hablar de la legitimidad de la monarquía, no, ya tocará, sino de la oportunidad que ha desperdiciado en los últimos meses. Considerándola ilógica, extraña a estas alturas del partido, incomprensible, a la monarquía le pido, qué menos, que sea impecable, que aunque no la comprenda me haga creer que cuenta con una utilidad, que realmente es ese estamento, que nos venden sus grandes defensores, de garantía de la unidad, de soporte cuando las patas de la mesa se quiebran y demás zarandajas que he escuchado a lo largo de los años. En la actualidad, para la amplia mayoría de los españoles, la monarquía más que una solución es un problema. Un estamento cuestionado. Amplificado por la crisis, por el desengaño, por la corrupción, indiscutiblemente, pero también, y sobre todo, por sus propias acciones y decisiones. La semana pasada la Infanta Cristina dio once pasos... sigue leyendo en El Día de Córdoba