Revista Cultura y Ocio

Una oración

Por Calvodemora

Estaba entonces Dios en el centro exacto de una palabra. Era barro, era cuerpo sin hacer. Semilla. Noche con su clausura. Luz más tarde adrede. No se pudo, sin embargo, descifrar la trama secreta, el aliento novicio. Ni el rumor de las primeras flores ni el aire desmadejándose en un vuelo sin propósito. Madura, morosa y delicada, la palabra percute geografías, funda templos, forja almas. Se recama en su blonda dulce el milagro de la sangre y vibra en el aire con intención de rezo.


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