¡Oh, Capitán, mi Capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado;
El barco capeó los temporales, el premio que buscamos se ha ganado;
Cerca está el puerto, ya oigo las campanas, todo el mundo se muestra alborozado,
la firme quilla siguen con sus ojos, el adusto velero tan audaz.
Pero, ¡Oh, corazón! ¡Corazón! ¡Corazón!
Oh, se derraman gotas rojas
en la cubierta donde yace mi Capitán
caído, frío y muerto.
...
Mi Capitán no contesta, están sus labios pálidos e inertes;
Mi padre no es consciente de mi brazo, no tiene pulso ya ni voluntad.
El barco sano y salvo ha echado el ancla, el periplo por fin ha concluido;
del azaroso viaje, el barco victorioso regresa logrado el objetivo.
¡Exultad, oh, costas!, y ¡sonad, oh, campanas!
Mas yo, con paso fúnebre recorro
la cubierta donde yace
caído, frío y muerto, mi
Capitán
Del velero de la imaginación, del ejército de los sueños, de la compañía de las palabras... tú eres mi capitán. Al galope de caballos del verso tú diriges la guerra contra los mastines del aburrimiento, contra los seres oscuros de corazón carbonizado que apagan todos los fuegos. Luchaste contra dementores tenebrosos que devoran el alma. Y ahora, vencido, te retiras. Caído y frío abandonas la cubierta: ¡Oh, Capitán, mi Capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado.
Pero no. En la cubierta del velero devastada por las tormentas se levantan los marineros. Un motín de dignidad se ha desatado. El barco aún no se ha rendido. Oh, Capitán, mi Capitán! Los marineros muertos nunca dudaron de ti.
El timón no obedece. Una mano invisible dirige la proa. La quilla enfila el puerto donde suenan las campanas...
Oh, Capitán, mi Capitán! No has muerto, Capitán. Nunca mueren los poetas.