"Una partida de campo" (Jean Renoir, 1936)

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Basado en un relato de Guy de Maupassant terminó siendo un mediometraje inconcluso de 40 minutos con el que Jean Renoir pretendía homenajear la pintura de su padre Pierre-Auguste Renoir, que se descubre en varias escenas campestres o de paseos en barca. A pesar de quedar inacabada consigue transmitir la fugacidad de la vida y la importancia de subirse al tren cuando pasa. Por ambas cosas se puede afirmar que representa cinematográficamente lo que era el impresionismo, un deleite poético de la naturaleza y el amor frente al inexorable paso del tiempo. Lo consigue el director con un argumento aparentemente sencillo pero cargado de significado, la simple visita de una familia parisina al campo en 1860, en la que dos jóvenes cortejan a la hija del matrimonio y con una elipsis que transforma la alegría de vivir y el luminoso comienzo en un desenlace profundamente melancólico. Lo mejor, sin duda y, como siempre en Renoir, la delicadeza y elegancia con la que cuenta sus historias, su muy atinada construcción de personajes y en este caso su capacidad para sintetizar lo que pretende transmitir.