España cada día se parece más a una película clásica de aventuras. Los malos campan a sus anchas por el valle llevándose a espuertas el dinero de los pobres y el héroe debe luchar solo contra todos. Por si fuera poco, cuando el aguerrido protagonista busca el apoyo de los jueces, resulta que ellos también están comprados y se conchaban con los malos para hacerle la vida imposible. Tanto es así que se buscan una triquiñuela legal para dejarlo fuera de la ley. Entonces, el héroe justiciero pasa a ser un perseguido, hacen creer que es malvado y debe esconderse para que no lo encarcelen.
Finalmente, los ciudadanos del valle reaccionan, salen de su atolondramiento y de su cobardía intrínseca (toda la ciudadanía es cobarde y está desmotivada, ya se encarga de ello la TV), espoleados por el tamaño de la injusticia que se está cometiendo y por el remordimiento de su desidia de años, y acorralan a los malos. A los jueces corruptos que persiguieron al héroe los linchan en la plaza del pueblo. Los cuatreros huyen en desbandada. A algunos los atrapan y los encarcelan, pero el jefe de la banda logra escapar. Esto es muy conveniente para así poder rodar una secuela.
La parte de la película que está en letra roja aún no sucedido aquí. Pero llegará.