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Una pequeña gran historia

Publicado el 02 septiembre 2014 por 123a

¡Hola Hilander@s! El verano casi se nos va y después de unas largas y merecidas vacaciones, vuelvo con una nueva historia. Un cuento sencillo, de los que llenan con la belleza de las pequeñas y grandes cosas, de un amor que no entiende de razas y tamaños. He disfrutado mucho escribiéndola y espero que os guste. Un besazo y prometo volver pronto, hilando cuentos nuevos.
Una pequeña gran historia

Una pequeña gran historia

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En lo alto de la Montaña de Coral, vivía un gigante llamado Floro. Era enorme como un rascacielos, con los ojos redondos como huevos de avestruz y los brazos largos como aspas de molino.A los pies de la Montaña de Coral, vivía un hada llamada Flor. Era tan pequeña como un dedal, tenía los ojos rasgados como vainas de canela y las manos diminutas como cabezas de alfiler.Por las mañanas, desde lo alto de la Montaña de Coral, Floro se asomaba a los acantilados y miraba al vacío. Veía los bosques del tamaño de bastoncillos para los oídos, las casas como cáscaras de nuez, los ríos como hilos plateados y a los animales como figuritas del Belén.Por las mañanas, desde los bajos de la Montaña de Coral, Flor miraba hacia las cumbres rocosas. Veía los bosques como enormes cuellos de jirafa, las casas como gigantes catedrales suspendidas en las rocas, las gotas de lluvia como enormes lágrimas y a los animales como gigantes dinosaurios.Floro dentro de su mundo enorme, recorría lo alto de la montaña en una sola zancada, bebía un barril de agua de un solo trago y comía ensaladas en platos enormes como la luna.Flor en su mundo diminuto, rodeaba los bajos de la montaña dando dos mil pasitos, bebía una gota de agua de un solo trago y comía ricas hierbas en pequeños platos de cascara de maíz.Un día el viento sopló en la Montaña de Coral. En la casa de Floro, el aire se colaba por las ventanas como si fuese el canto de grillos. En la casa de Flor, el viento se colaba por las ventanas como si fuese un gran estornudo.
Cuando el viento soplaba en lo alto de la Montaña de Coral, la casa de Floro permanecía en pie y rígida. Cuando el viento soplaba en lo bajo de la Montaña de Coral, la casa de Flor se doblaba como los juncos y se estiraba como el chicle.Aquella noche, el viento bufó tanto a los pies de la montaña, que la casita del hada fue arrastrada por los aires hasta lo alto de la Montaña de Coral.A la mañana siguiente, Floro encontró en su maceta de margaritas, una casita hecha de cerillas y en su interior, un hada pequeña como un dedal.Desde el mismo momento en que los ojos de huevo de Floro, se cruzaron con los ojos de vaina de Flor; surgió entre ellos el amor.Durante días, el gigante le enseñó al hada, la luz del infinito cielo estrellado. El hada enseñó al gigante, lo hermoso del paso lento de un caracol. Floro daba enormes abrazos con su dedo meñique y Flor diminutos besos de mariposa. Él mostró la belleza del mundo en cuatro zancadas y ella la delicadeza de un paseo lento.Uno la inmensidad del mar, otra el relajante nado de los peces. Uno los majestuosos animales de la tierra, otra la maravillosa espera de la maternidad. Uno la pasión infinita de los enamorados, otra la tranquilidad paciente de la lectura.Poco a poco, pasó largo el tiempo. Flor y Floro tuvieron una preciosa niña mediana, a la que llamaron Flora. La niña cabía en la mano de un gigante, tenía los ojos rasgados como las vainas de canela, mejillas redondas como huevos de avestruz y labios colorados como el coral. De lo que sucedió el resto de sus vidas, es un misterio que se guarda en lo alto de la Montaña de Coral. Allí Floro, Flor y Flora, viven su enorme historia. De vez en cuando bajan de la montaña, disfrutando de los pequeños momentos que les regala la vida.

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