Ella está estirada sobre las suaves sábanas de la cama. Sus rizos dorados descansan esparcidos sobre la almohada de plumas.
Mientras me mira, sus ojos se iluminan y me regalan una amplia sonrisa. Mi corazón se llena de alegría y le devuelvo la sonrisa.
Susurrando, me pide que me acerque y yo, sin dudarlo, acerco mi oído a sus labios para oír, dulcemente, como me dice en voz bajita " te quiero mucho ".
Mientras me separo de ella, intento contener las lágrimas de la emoción. La miro de nuevo y le respondo: " yo también te quiero hija "