Revista Educación

Una piedra en forma de pelota

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Una piedra en forma de pelota

Hace muchos años, tuve una pequeña conversación con un extraño. Era algo mayor, lo suficiente para parecer sabio, e intentaba que su perra no se lanzara al agua. "Ella aún no se ha bañado nunca" -me informó-, "pero con el otro venía cada semana". Pensar en "ese otro" lo llevó a sentenciar: "Tener un perro es como vivir con un niño de dos años, que no crece, durante una década".

El duelo por un animal existe. Cada vez se anima más a quienes han perdido a un "peludito" de la familia a mostrar tristeza sin vergüenza y a buscar ayuda cuando lo necesiten. La vida se construye de pérdidas y son muchas las personas que me encuentro y que dicen aquello de "lo pasé tan mal que no volveré a vivir con una mascota". Respeto a todas y cada una de ellas, al proceso vital en el que estén y también a que puedan cambiar de idea en un futuro, o no. Yo siempre pensé que la pérdida era inevitable, pero no iba a quitarme las ganas de recibir y dar amor a los animales que para mí son el sentido de la vida. Así que aquí estamos, diez meses después, llorando todavía lágrimas de sal por el que se fue y compartiendo las mismas aguas que han viajado desde entonces y que vuelven a la costa, en un bucle que sí es inmortal (al menos hasta que el cambio climático diga lo contrario). Tras un primer baño, parece que el amor por el mar va a ser el mismo. Y mi tendencia a la fantasía me dice que algo de energía queda por ahí, pululando, colocando una piedra en forma de pelota cerca de las juguetonas patas de una cachorra.

Una piedra en forma de pelota


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