Revista Opinión
Permitidme siquiera por un momento que no sea ingenuo, que tome como regla heurística la desconfianza y no caiga en un fácil optimismo que consuele mis expectativas. Los aires de renovación que levantan soflamas -incendiarias unas, fuegos de artificio la mayoría- en pos de una primavera política dentro del PSOE han sido tan efectivas como eslogan preelectoral dentro del partido que ambos potenciales candidatos, Rubalcaba y Chacón, parecen a día de hoy la cara y cruz de una misma moneda. Ambos reclaman como suya la enseña de la renovación interna, la democratización del partido y la vuelta a una política a pie de calle, ejes esenciales del PSOE ochentero. Quien escribe teme, no sin las pruebas que otorga la Historia, que este candor adolescente por la renovación y la democracia interna obedece más al dicho popular del "cambia algo para que todo siga igual" que a una honesta voluntad de realizar reformas estructurales en la relación de los órganos del partido con sus militantes y simpatizantes progresistas. La celeridad impuesta al proceso de elección en el Congreso Federal y el carácter virtual -a día de hoy- del modelo de debate y toma de decisiones que debiera facilitar la comunicación de ideas desde las bases hasta los diferentes mesas representativas a nivel local, regional, autonómico y federal, otorgan poco espacio a la esperanza de que este cuento de hadas acabe siendo algo más que un engaño para diletantes. Nunca antes de que ciudadanos, simpatizantes y militantes del PSOE levantaran su voz a través de foros, redes sociales y barras de bar en contra del estalinismo autista de los órganos de gobierno del partido, nunca antes oímos en boca de Rubalcaba o Chacón siquiera un tímido amago de impulsar reformas democráticas dentro del partido. Solo al abrigo de la vox populi y alentado por el temor a las urnas comenzamos a oír propuestas oportunistas que hablaban de participación ciudadana. Por supuesto, durante el periodo preelectoral se intentó ahogar cualquier discurso a favor de una renovación interna, que pudiera restar votos y dar la sensación al electorado de ser un partido invertebrado. Sin embargo, ya por entonces numerosos militantes pedían a gritos, sin obtener respuesta a sus demandas, una reflexión seria acerca de cuestiones cardinales, como la regeneración interna, la revitalización del trabajo a pie de calle y la necesidad de repensar la socialdemocracia en el siglo XXI. Hoy este debate dentro de la militancia es un hecho difícil de tapar; sin el miedo a perder votos, son muchos más los que se animan a pedir a los órganos del partido generosidad y valentía, hasta tal punto de que la renovación interna se ha convertido en el eje discursivo que sobrevuela este corto periodo reflexivo antes del Congreso Federal. Pero no confunda, estimado lector, mi escepticismo con elogio al derrotismo. Por mucho que el Congreso Federal haga oídos sordos a esta primavera política, la militancia y, lo que es más significativo, la ciudadanía, seguirá exigiendo sin remisión hechos palpables que atestigüen que la izquierda progresista del PSOE está dispuesta a hacer lo que debe para rediseñarse a la luz de las demandas de este nuevo siglo. De lo contrario, de nada nos servirá vender las virtudes del partido a través de las rentas de un pasado glorioso de 132 años de historia. Otras miradas progresistas tomarán el relevo con ideas frescas, ilusionantes y efectivas. Por esta razón, animo a ciudadanos, simpatizantes y militantes a que no confíen sus esperanzas tan solo en la ilusión de que el Congreso Federal otorgue rúbrica a sus esperanzas; los cambios reales deben darse a ras de suelo, bajo el aliento de las demandas del pueblo y no en despachos o asambleas. La ciudadanía pide nuevos rostros a través de los que dar nombre a sus demandas, políticos que restituyan la confianza perdida y remitologicen el discurso progresista. No bastará con atenerse a las apariencias de renovación; éstas deben tener eco en la realidad cercana a la ciudadanía, o no serán creíbles. Ramón Besonías Román