"El votante no quiere grandes hombres, atractivos, cultos e imponentes, no quiere gente subida a un pedestal, quiere políticos que se parezcan a ellos, que sean ellos. No quiere lo otro, quiere lo mismo. Es la ilusión democrática de la igualdad, o más bien del igualitarismo; es la perenne mentalidad pequeñoburguesa con su miedo a la alteridad, la exaltación de la identidad y la sustitución de la politica por una manera de estar, por un talante. Nadie debe despuntar, por eso no hay nada más satisfactorio, nada que alimente más la fantasía del pueblo llano, que derribar a cualquiera que sobresalga en su pedestal, humillar y hasta despreciar. La cultura no es cool, la inteligencia no está de moda, la admiración es un sentimiento despreciable que ha sido sustituido por la envidia. Lo que prima es la picardía y los corrillos de influencia. Se admira la astucia y la falta de escrúpulos, la mezcla de ambición y carencia de cualidades".
Raúl Eguizábal, El estado del malestar (capitalismo tecnológico y poder sentimental)