Me he animado a hacer la traducción del texto correspondiente a este mes por la referencia a la anhelada concepción laica de la sociedad actual, y por el papel atribuído a la Masonería como entidad con respecto a la sociedad, una forma de ver las cosas muy distinta a la que en nuestro país recogen diversos medios de comunicación, que se hacen eco de las conclusiones de cierto barómetro. Casi nada.
¡Qué mundos tan diferentes!
Reflexión de Guy Arcizet sobre el laicimo.-
En nuestro propio país*, la libertad de expresión se ve desafiada o amenazada.
Tres acontecimientos recientes ilustran esta tendencia.
En la “Place du Châtelet” fundamentalistas cristianos se manifiestan ante el Teatro de la Ciudad, molestando a los espectadores, interrumpiendo una obra de teatro que la mayor parte no han visto.
El 2 de noviembre, nos enteramos del incendio sufrido por la sede de Charlie Hebdo, seriamente amenazado por “valientes” anónimos por la publicación de una sátira sobre Mahoma.
En Noumea, en octubre, un distribuidor de películas, actuando con respaldo político, ha censurado la preyección de una película sobre el secuestro en la isla de Ouvéa en 1988, con el argumento de que podría "causar disturbios ".
En diversos grados, estos reiterados obstáculos que afectan al ejercicio de un derecho fundamental y una libertad republicana generan inquietud por varias razones. En primer lugar por el hecho de que en dos de estas circunstancias, existe un resurgimiento de los fundamentalismos religiosos cristianos y musulmanes, que deben ser considerados y tratados de la misma manera. En este punto hay que interrogarse acerca de la "libertad religiosa", confundida a menudo con el laicismo en el discurso político actual, que abre una caja de Pandora al dar a un hecho espiritual, parcial pero innegable como es la religión,una legitimidad que le permite expresar su particularidad en el ámbito público. No hay que confundir la religión y sus excesos, pero éstos últimos permanecen agazapados para aprovechar los fallos de nuestras sociedades. La leyque debería protegernos ya no desempeña su papel y la indignación selectiva de los laicos, que dicen ser tales, acentúa el fenómeno cuando, en el territorio francés, algunas raíces son más y mejor reconocidas que otras.
La censura de una película política tiene en apariencia un alcance diferente. Pero quienes la practican también se benefician del deterioro del clima social y de la expansión de un sentimiento de inseguridad. Individuos aislados, también grupos -y aquí es donde enlazamos con los dos primeros casos-, se consideran autorizados a regular el orden y la moral.
En el último Consejo de la Orden, llamé la atención de mis hermanos sobre la ncesaria vigilancia e implicación que debíamos desarrollar, explicando que la institución masónica no es únicamente un muro o protección para la libre concepción de la logia, sino también, dentro de una dimensión reconocida ya desde hace dos siglos, un cuerpo republicano volcado sobre la problemática de la sociedad. La crisis sistemática, moral y social, que vivimos pone en peligro la totalidad de las libertades, entre ellas la de poder exrpesarse, pero también la de pensar y no tardando mucho la de ser.
Más que en otros períodos precedentes nuestra afirmación del hecho laico en lo referente al reconocimiento y respeto del otro, debe ser clara.
Tendremos ocasión en las próximos semanas, a raíz de la conmemoración de la ley de 1905, de decirlo con determinación y con todas nuestras logias, a nuestros representantes y a nuestros conciudadanos.
* El autor se está refiriendo a Francia, aunque habrá quien pueda pensar que el discurso en sí no se debería ver afectado por el trazado de fronteras.