Revista Salud y Bienestar

Una reflexión de una madre,Annabelle Lee,del Movimiento Social Autismo Chile:

Por Ishtar_paddy

Una reflexión de una madre,Annabelle Lee,del Movimiento Social Autismo Chile:
Aún recuerdo cuando yo tenía unos ocho o nueve años y en una reunión familiar, mi tío Hosne me preguntó “¿Qué quiere ser cuando grande?”, respondí, de inmediato “Quiero ser recogedora de hojas, para juntarlas todas y luego tirarme arriba de ellas”. Obviamente, mi tío rió y, prontamente, me quitaron esas ideas “revolucionarias” de mi cabeza”. Fue así que seguí el camino de mis tíos y primos, entré a la Universidad de Chile para durar un par de años y cambiarme a pedagogía, la que demoré en terminar, porque dedicaba gran parte de mis días a repartir cartas (así pagué parte de mi carrera); sin embargo, más que una dificultad, era la parte del tiempo que más me gustaba, creo que he sido una de las mejores carteras y aseguro que ha sido la pega que más me ha gustado.
Por qué hago esta reflexión? Hoy sé que mi pequeño Chaguito es TEA. Mi vieja me pidió que, por favor, no lo contara en la familia. Claro un “bicho raro” de tamaña “calaña” sería excesivamente rechazado en un entorno que casi me dio vuelta la espalda cuando supieron que iba a haber una profe en la familia.
Después de años, este finde me aparecí en el almuerzo familiar de la casa de mi tía Carmen y conté lo que mi vieja me rogaba que me callara “Chaguito es TEA. “. “Qué es eso?” preguntó mi tía Paty. “Chaguito es autista”, respondí sin anestesia. Me miraron con cara de pena. Sentí la culpa de Víctor, el tío que abandonó a su hija esquizofrénica en Argentina y de la que no quiso saber más. Algunos se lamentaban; otros hacían como que no pasaba nada. De repente, con celular en mano, volvió a hablar la Paty “Oie, pero estos niños son muy inteligentes; mira Bill Gates tiene autismo…y tiene su compañía y mucha plata”. De pronto, la conversación apuntó al “nicho” de genialidad de los asperger, autistas y los “bichos raros” que pueden sacar títulos en grandes universidades, calcular de manera fabulosa, memorizar textos completos. Parecía que Chaguito calzaba justo en esta familia de exitosos profesionales y trabajadores eximios. Sin embargo, en medio de la conversa de las estimulaciones adecuadas y de las observaciones hacia mi Santiago se me ocurrió salir, como siempre, con la acotación desubicada “La verdad, me interesa que Chaguito sea feliz: si ir a Harvard lo va a hacer sentir pleno, que vaya a Harvard; si quiere ser carpintero o barrendero, genial”. Obvio, que las expresiones y “buenos consejos” no se hicieron esperar. Me quedé callada, porque sabía que en esta familia mía, no iban a entender, pero sé que aquí, ustedes lo harán: no sé qué irá a querer hacer Chaguito de su vida, no sé si irá querer sumergirse en un mundo de números y estudios; ser un simple cartero o, quizás, nunca hable y quiera hundirse en su mundo de silencio. Lo único que me interesa es que sepa entender este complicado mundo para que pueda, en algún momento de su vida, decir “Me siento tranquilo, puede decirse que a ratos soy feliz”

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