Revista Cultura y Ocio

Una relación sana

Por Aceituno

Esta vez nos hemos llevado a Galleta al parque y le hemos hecho una sesión de fotos como a toda una modelo. Se ha portado súper bien y no se ha quejado ni una sola vez, aunque al final de la sesión se notaba que estaba cansada. Aún así no ha dicho esta boca es mía y ha continuado poniendo su mejor cara y su actitud más profesional. La verdad es que para ser una muñeca de lana nos ha sorprendido bastante su temperamento y sus ganas de trabajar.

Yo creo que estoy enloqueciendo. En casa hablo con la muñeca. La llamo por su nombre y juego con ella, la pongo en diferentes lugares para que no siempre tenga la misma visión de las cosas, de pie, tumbada, encima del mueble de la tele, en el sofá, colgando de alguna lámpara o de algún cuadro… y así la voy situando por todas partes preguntándole después qué tal se ha sentido y si le ha gustado el mundo visto desde ahí. Ella me mira y no dice nada (¡solo faltaba!), pero aunque esté completamente seguro de que es una muñeca, no puedo evitar pensar que en el fondo entiende lo que le digo y me quiere responder. Si no me responde es porque no tiene boca, no porque no pueda hacerlo.

Sí, puede ser que esté enloqueciendo. La falta de contacto con otros seres humanos y la cantidad de morfina que tomo para el dolor hacen que me duerma por todas partes y que sueñe con la misma intensidad y nitidez con la que vivo. Qué le vamos a hacer. Más consecuencias colaterales que aparecen con el tumor. Al menos soy inofensivo y solo me da por hablar con la Galleta (ese es su nombre, por cierto). Eso no le hace mal a nadie, aunque noto que mi chica me mira raro cuando me ve interactuar con la muñeca. Yo sé que no son celos porque ella nunca ha sido celosa y porque la Galleta no tiene boca así que sabe que no va a haber nada entre los dos, pero me pregunto qué debe estar pensando de mí, de cómo he cambiado y he pasado de ser un tipo creativo, inteligente y cariñoso a convertirme en un colgado que consume morfina y habla con las muñecas. Bueno, no es solo que hable con ella, es que es mi mejor amiga.

No quisiera volverme loco del todo, la verdad. Me gustaría seguir siendo yo durante toda la vida. Esta amistad mía con la Galleta hay que tomarla como lo que es: una relación sana entre un adulto y una muñeca. No hacemos daño a nadie y no nos metemos en líos y además noto que, ese temperamento fuerte que siempre tuvo la Galleta, está desapareciendo gracias a las horas de charla entre ambos. Poco a poco le voy haciendo comprender que no debe ser tan arisca con todo el mundo, que se tiene que abrir un poco más a la gente porque la quieren y la van a cuidar siempre, así que como mínimo estaría bien ser agradecida y tratar de cultivar y potenciar cada relación, digo yo, vamos. Ella se resiste a hacerme caso porque es muy testaruda, pero sabe que lo hago con mi mejor intención.

Por otro lado a veces pienso que si tiene esa actitud es simplemente porque ella es así, sin más. A mí no me gustaría que viniese un muñeco a intentar cambiarme. Seguramente la Galleta piense algo parecido de mí, así que tal vez me deje en paz de moralinas y disfrute de nuestra amistad sin más, sin intentar cambiar las cosas. No la quiero agobiar, pobre, que bastante tiene con ser una muñeca como para que llegue yo ahora a tratar de convencerla de que se abra al mundo. De eso nada.

De todas formas el mundo es un lugar demasiado arisco para muñecas recién llegadas.


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