Revista Cultura y Ocio

Una reunión inesperada (5)

Por Cayetano
Una reunión inesperada (5)


Apenas se hubo sentado, cuando, de nuevo, la puerta. Toc toc. Y alguien de la sala que dice “adelante”… Y como un torbellino, vivaracha y lenguaraz, irrumpe en la reunión una moza entrada en carnes con pinta de bravía: -Espero que nadie haya tenido la ocurrencia de sacarme de mi merecido descanso para hacerme venir aquí simplemente para limpiar lo que otros ensucien, que hasta ahí podríamos llegar- dice de un tirón la recién llegada con los brazos arremangados y en jarras- que, aunque mujer, valgo para otros menesteres, porque entreveo que el andrajoso de las barbas luengas debe tiznar. Y de los otros… mejor me callo, que hasta veo plumas y sombreros y pañuelos y perfumes más propios de señoras, y  que no quiero faltar al respetable, que no anda el cuerpo para líos y jaranas. -Si mi valeroso hidalgo don Quijote anduviera por aquí- apuntó un sonriente Cervantes-, no dejaría jamás que dama tan sensata y locuaz fuera tratada como un trapo, que él veía siempre una princesa detrás de cada mandil, pues tenía la cualidad, al estar loco, de apreciar el alma de cada cual, que el cuerpo es solo adorno exterior y, por lo que se ve, perecedero. Así que, Teresa, gentil dama, prima hermana de Aldonza Lorenzo, pase y acomódese con los demás donde vea un hueco apropiado, que aquí hoy no hay gente principal ni servidores. Si algo tiene la muerte de bueno, es que a todos nos iguala. -Espero que vuesas mercedes no estén tocados también del ala como el caballero que nombra- añadió Teresa a la par que se acomodaba en un rincón de la sala-, que, si bien era amable y educado, además de bueno, también era ciego y tonto, pues veía sombra gentil sobre el labio de mi prima, donde había bigote; y se embriagaba de su tufo a sobaquina, pensando que el olor provenía de afeites y caros perfumes. Una reunión inesperada (5) Aquellas palabras provocaron muchas sonrisas e, incluso, alguna carcajada entre la concurrencia. Luego sobrevino de nuevo el silencio, Francesco, el médico de Perusa, toma ahora la palabra. Mientras habla, en la pantalla se suceden unas imágenes escalofriantes sobre la peste negra que asoló Europa. Son ilustraciones antiguas, la mayor parte grabados de la época. Aparecen en ellas cadáveres amontonados a las puertas de sus casas, médicos sajando bubones, carros llenos de apestados…
-Peores enemigos que la enfermedad fueron la ignorancia, la superstición y la intolerancia. La Iglesia de mi tiempo hizo mucho más daño que beneficio, sembrando ese ambiente apocalíptico que no trajo nada positivo. Muchos de sus altos representantes dieron un mal ejemplo al resto de la población, no facilitando ni medios económicos ni lugares que pudieran habilitarse para acoger a los enfermos. La caridad cristiana solo la ejercieron algunos religiosos de base y algunos galenos. Muchos recibieron como premio contagiarse de la enfermedad. Yo, afortunadamente, me libré. (…) Eisech Sandler, el judío alemán, hizo una reflexión insistiendo en la idea de la justicia y de la libertad:

- Todo el mundo sabe que sufrimos el horror y la barbarie de un despotismo sin parangón en la historia. Nuestro pueblo fue elegido como chivo expiatorio para que los alemanes canalizaran su odio contra nosotros debido a la crisis que se estaba padeciendo. Una crisis terrible fruto de la anterior guerra… Todo fue hábilmente calculado para desprestigiarnos y situarnos en la diana. Un plan meticulosamente trazado, con uso continuo de la propaganda, lanzando infundios contra nuestro pueblo, día tras día… Y al final ese mensaje repetitivo fue calando entre la población. Y el odio hacia nosotros se generalizó. Nos convertimos en poco tiempo en los culpables de casi todo lo malo que estaba ocurriendo. Y se desató la ira, la violencia… Una reunión inesperada (5) Sus palabras son acompañadas por imágenes del horror: la noche de los cristales rotos, con el asalto a los domicilios, a los establecimientos y a las sinagogas de los judíos. Las imágenes son duras. Hay carreras, palizas, disparos, gente vociferando y humo, fuego, mucho fuego…
-Como pueblo perseguido y masacrado por el horror nazi, hemos de aprender la lección que la historia nos brinda. Y esta es que jamás ninguna persona sea acosada, ni tenga que salir de su país por su religión o por sus ideas. Lo que no quiero para mí no se le deseo a nadie. Sería un tremendo error que los perseguidos nos convirtiéramos alguna vez en perseguidores. Continúa
Fragmentos del largo epílogo de "En la frontera". El texto completo te lo puedes descargar gratis pinchando en el enlace.

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