Pienso que a medida que evolucionamos y crecemos como seres humanos, nos vamos dando cuenta de que algo hemos hecho mal durante muchísimo tiempo y afortunadamente parece (o al menos eso creo) que aún estamos a tiempo de corregir la situación.
No sé si te ha sucedido si se ha despertado en ti esa vocecita que te dice que hay algo que está mal en lo que se nos ha enseñado, en lo supuestamente correcto, en lo mal llamado “normal”. Pues a mí sí, y me inquieta tanto que he tenido que proponerme como misión de vida el hacer algo al respecto.
Algunas personas miran todo lo concerniente la crianza respetuosa como algo extraño, elitista, y exclusivo de un grupo privilegiado de hippies locos que comen flores mientras bailan alrededor de una fogata. Pero cuando miro mi entorno y veo a ese papá que lleva a su bebé pegadito al cuerpo con un fular; a esa mamá que no lo piensa dos veces para dar la teta a su bebé aun en medio del entorno hostil y condenatorio y a pesar de sus pocas horas de sueño; cuando veo a esa familia que decide alejarse del ruido mundano y se encierra en su nicho de amor a compenetrarse y fundirse como si de un solo ser se tratara; cuando miro a esos bebés que duermen junto a sus padres disfrutando un mundo y sonriendo sin parar como si se encontraran en el mismísimo cielo.
Todo esto y más, me demuestra cada día que algo está sucediendo, que algo está cambiando, que estamos recordando quienes somos, aunque a veces ni siquiera nosotros mismos estemos conscientes de eso.
Todo eso me sigue dando esperanzas, me ayuda a seguir creyendo, me promete un mundo mejor. Sigo convencido, y jamás me cansaré de repetirlo, de que en la familia de hoy es donde se gesta el cambio, la revolución del amor, el renacer de la humanidad.
Los niños son las semillas del futuro, la familia es la maceta en que son sembradas. El amor, la comprensión, el cariño, los abrazos, los besos, el contacto todos son los nutrientes que darán vida, consistencia y fuerza a la planta que germinará, al tronco sobre el que se sostendrá nuestro porvenir como especie y como humanidad.
Siempre se habla sobre los principios, sobre la educación, sobre los valores que deben ser inculcados de forma prioritaria en las generaciones que nos van a relevar, pero muy poco se habla de lo importante que es el amor, la empatía, la libertad, el desarrollo pleno del ser. Muy poco se habla de lo mucho que dependemos de ellos para sobrevivir a este mundo loco que se ha puesto un cañón de rifle en la boca mientras día a día no hace más que juguetear con el gatillo.
¿Y es que acaso te has fijado en lo cerca que se encuentra nuestra sociedad de convertirse en un mundo de robots autómatas, alejados de sí mismos, desconectados de sus instintos y motivos básicos? Todo en nombre del progreso y la supuesta sofisticación.
Cada vez que miro a los ojos de un niño, siento que aún tenemos esperanzas, que no todo está perdido. Y es allí cuando me convenzo sobre lo urgente que es cambiar los paradigmas de la paternidad. Lo urgente que es alejarnos de esa figura autoritaria y despótica para acercarnos a esa figura amorosa, protectora, que abraza, que besa, que guía y muestra el camino dejando su propio rastro de amor.
Eso debe ser Papá, un maestro que enseña amando, un bastión que protege abrazando, una columna sobre la que mamá y bebé podrán apoyarse y sentirse seguros, sin rigidez.
Papa debe ser ese ángel que escucha, que entiende que no todo es azul, que sabe cuándo tomar otro camino y sabe ser humano, imperfecto y mortal.
Debe ser el manto que protege con suavidad, el cielo que cubre con mucha luz, el hombre que ama sin limitación.
Debe ser leal, sobre todo a sí mismo.
Debe llevar a su familia en el corazón, como un guerrero que defiende un reino que ama y en el que cree.
Debe hacer sentir seguros a los suyos, aun cuando dé un paso en falso.
Debe aprender a reconocer sus errores y a no juzgarse, pues antes que nada es un ser que también aprende cada día de lo que vive.
Debe saber ser niño cuando es necesario, y debe saber que la verdadera “hombría” es la que ama infinitamente sin exigir nada a cambio.
Janeth (Mi compañera en este hermoso viaje al que llaman Vida Terrenal) una vez me escribió un poema que llevo a diario en mi corazón para levantar mi ánimo cada vez que dudo y que me gustaría compartir con ustedes, quizás puedan utilizarlo en esos momentos de duda, como lo he hecho yo. Dice así:
“…Noche y negra y oscuraque no encuentro una luzque me indique en que tiempo vivo ahora, querubínUna mano salvadora surge y se pierde en mi cabelloEs tu papi que nos mira, cómplice nocturno de tus tetadas infinitas…Noche negra y oscura, se suavizan los pesares, mira nena las estrellas.Cuando crezcas las veremos, tiraditas en el sueloMientras papi nos sonríe y nos cuida y nos mimaNos cocina algo rico mientras mira con prudenciaComo creces, como miras esta vez tú las estrellas….Noche negra y oscura, ahora duermes más serenaMuy segura que estamos para cuidarte, de lo que venga….Has crecido, ahora juegas tú con papi a contar las estrellas…Noche negra y oscura, si tenemos compañíaNo es eterna ni da miedo, esas sombras que aparecenCuando menos te lo esperas…”
Creo que son palabras perfectas y que me caen muy bien en esos momentos en que el Mundo me dice lo contrario, cuando trato de abordar mi rol de padre con nuevos ojos, cuando decido ser un agente comprometido con este cambio revolucionario por una nueva paternidad.
Por Elvis Canino