Tristemente, también me tengo que dedicar una rosa de la Revolución de las Rosas y por la que el próximo miércoles 28 de septiembre, cada persona puede dejar una rosa en la puerta de su ayuntamiento con el nombre de una mujer que haya sufrido violencia ginecológica u obstétrica.
-Una rosa por la oxitocina innecesaria que me hizo insoportable el dolor de las contracciones en el parto de Alejandro.
-Una rosa por los tactos frecuentes y altamente invasivos en mi primer parto, incluyendo uno en el que le colocaron un cable en la cabecita del nene para valorar que no había sufrimiento fetal a pesar de que el monitor indicaba que todo marchaba bien.
-Una rosa por la episiotomía innecesaria del parto de Alejandro mientras daba a luz en un quirófano megailuminado y las miradas de demasiadas personas.
-Una rosa por la matrona que despreció mi instinto de mujer y madre en dos ocasiones (y que decía que algo no marchaba bien) y por la que mi hijo nació 10 semanas antes de lo esperado.
-Una rosa por la segunda episiotomía innecesaria en el parto prematuro de mi hijo Iver por el propio miedo de la ginecóloga y la matrona de que algo pudiese ir a peor. Una episiotomía que ha estado un año dándome problemas, por la que estuve tomando medicación para poder moverme y ver a mi hijo en la UCI a pesar del tremendo dolor que me causaba, de la que aún en ocasiones siento molestias aunque voy curando emocional y físicamente.
Os invito de nuevo a que unáis de alguna manera a las propuestas realizadas desde La revolución de las rosas: movimiento por el fin de la violencia ginecólogica y obstétrica, surgido a raíz de que un ginecológo publicara en la Gaceta Electrónica de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia unas viñetas denigrantes, de mal gusto y faltas de respeto hacia la mujer.