Sin duda a la hora de definir el itinerario del Camino Olvidado hemos de tener en cuenta las raíces históricas ¿A qué me refiero cuando hablo de “raíces históricas”? Entiendo con esta denominación un contenido amplio y largo que no sólo abarca el período medieval (S. IX-XII), sino una larga historia que se extiende desde la romanización al siglo XIX. Supone el Viejo Camino una arteria de vida humana, cultural, religiosa y económica de largo recorrido histórico: la Cordillera Cantábrica enlazada con los Montes Vascos ha supuesto una barrera física que ha moldeado y definido el devenir humano de los habitantes y transeúntes de esta tierra.
Si tomamos el mapa del corredor geográfico entre la Cordillera Cantábrica y la Meseta castellana y sobre él superponemos el despliegue de la romanización, el frente cristiano-musulmán y la red ferroviaria del acero y del carbón en el norte comprobaremos una casi total coincidencia. Los invasores romanos toparon con este muro, pero sobre todo con unas gentes que allí vivían de carácter indomable y hábiles en estrategias militares para zonas de difícil acceso: fueron los vascones, cántabros, vadinienses y astures que vendieron cara su romanización.
Las legiones imperiales se establecieron en las llanuras próximas a las montañas para facilitar la logística pero a la vez evitar las emboscadas: Calagurris (Calahorra), Julióbriga, Legio III Macedónica (Herrera de Pisuerga), Lancia, Legio Séptima (León), Astúrica Augusta (Astorga). Desde estas bases tejieron toda una red de calzadas para acceder a los frentes de batalla y para facilitar las evacuaciones en caso de estratagemas locales (1). Sobre esta red de calzadas se fue estructurando el Viejo Camino con una línea troncal más o menos definida y toda una maraña de accesos y desvíos que cada peregrino según su punto de partida y sus intereses y posibilidades utilizaba.
La invasión musulmana de la península marcó de nuevo estas montañas como tierra fronteriza. Los ejércitos árabes eran expertos en tierras llanas muy controlables desde altozanos tanto para prevenir ataques como para desplegar sus razias. De nuevo la Cordillera Cantábrica fue la muralla natural que protegió a las tropas residuales visigodas, permitiéndoles primeramente resistir y después avanzar lentamente. El primer paso de la empresa reconquistadora fue establecer una línea defensiva de castillos y torreones que sirvieran de cortafuegos y gran muralla: Espinosa de los Monteros, Aguilar de Campoo, Cervera de Pisuerga, Guardo, Sabero, La Robla, El Castillo. (2)
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(1) Hoy tenemos muestras de esta romanización en calzadas (Zalla, Nava de Ordunte, Burceña, Irus, Nestar, Matamorisca, Peñacorada, Villapujín, Losada, Cacabelos), puentes (Casasola, Reinosilla,Nestar -Puente de la Perdiz-, Fuentes de P., Vegapujín)., Miliarios (Nava de Ordunte Nestar, San Justo y Cabanillas, Cobrana).
(2) El Castillo de los Velasco (S. XV) fue construido seguramente sobre otro ya existente desde la Alta Edad Media. La fortificación de Frías, documentada ya a mediados del siglo IX, protege al paso del Alto Ebro y garantiza definitivamente la repoblación. La fortificación de Oña desde mediados del siglo VIII sirve de baluarte defensivo de un territorio que se había convertido en refugio de los fugitivos de las zonas musulmanas o fronterizas. El castillo de Aguilar de Campoo es una torre defensiva medieval de la que ya hay documentación en 1039. Cervera de Pisuerga contaba con varias torres defensivas, situadas en El Castillo, Peña Barrio, Peñas Negras y Vallejera: sobre la primera se construyó más tarde la iglesia gótica de Santa Mª del Castillo. En Santibáñez de la Peña se encontraba una fortaleza menor: Peñacastillo. El castillo de Guardo (torreón de vigilancia) custodiaba un importante nudo de comunicaciones. El castillo roquero de Aguilar (Cistierna-Sabero) edificado posiblemente en el S. IX controlaba el valle del Alto Esla. El Castillo de Alba (La Robla) cuya construcción es atribuida a Alfonso II de Asturias en los primeros años del S. IX, significó una barrera infranqueable para Almanzor. Una segunda línea la constituían los castillos de Luna, Gordón y Arbolio. En esta línea defensiva se situaba seguramente el Castillo de Benal que fue edificado sobre un fortín romano. Este carácter de tierra fronteriza queda muy patente en multitud de leyendas como la de la Virgen de Celada” (La Robla), Camposagrado (Carrocera) o la Campa de Santiago (Colinas del Campo de Martín Moro).(4)
EL CAMINO OLVIDADO
Una serie para Curiosón de Jacinto Prada